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Los grandes santos que soportaron la depresión

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Anna Ashkova - publicado el 06/02/25
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Los santos famosos se enfrentaron a la depresión, o al menos a ataques de melancolía. ¿Por qué no invocarles para que te ayuden a superar esta prueba?

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Languidez, angustia, tristeza, depresión, melancolía… Son trastornos del alma de los que es difícil librarse en solitario. A veces es necesario un tratamiento médico y apoyo psicológico. Los buenos consejos de personas que han pasado por una situación así también son muy valiosos. Además de las personas cercanas, que pueden dar buenos consejos, hay muchos santos que pueden ayudarte a ver la luz de Cristo cuando todo parece negro. Santa Teresa de Lisieux, san Gregorio Magno, san Ignacio de Loyola… Todos ellos han experimentado el desánimo, la tristeza, la angustia o incluso el disgusto con la vida… Sin embargo, se santificaron por la fe en medio de la noche.

1SAN FRANCISCO DE SALES

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De joven, san Francisco de Sales estaba obsesionado por la idea de su propia condenación. Estaba convencido de que iría al infierno. Dejó de dormir, dejó de comer y se pasaba la noche en vela. Esta ansiedad afectó a su salud: adelgazó mucho y empezó a perder la cabeza por la falta de sueño. Fue gracias a la Virgen María que consiguió salir de esta desesperación.

Mientras se arrodillaba ante la imagen de Nuestra Señora en la iglesia de Saint-Étienne de París, recitaba la famosa oración de san Bernardo: "Acuérdate, oh piadosísima Virgen María…". De este modo, pudo recobrar su paz interior.

2SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS

La vida de Santa Teresa de Lisieux no siempre fue fácil y, aunque estaba rodeada de una familia cariñosa, a menudo se sentía sola y luchaba contra la depresión. Un sentimiento que expresó en su autobiografía Historia de un alma y que trató meditando regularmente esta frase: "¡La vida es tu barco, no tu casa!". Fue la "sonrisa deslumbrante de la Virgen María" la que la sacó de este abismo y la curó. "Entonces se desvanecieron todas mis penas", escribió, afirmando que su vida comenzó en ese preciso momento, cuando eligió a María como madre.

3SAN GRÉGOIRE EL GRANDE

San Gregorio Magno

Aunque no deseaba ser Papa, Gregorio I nunca faltó a sus obligaciones como pontífice. Llevó siempre una vida austera, pero acabó sus días sufriendo, con frecuentes ataques de melancolía. En los Diálogos de san Gregorio Magno, se refiere a estos momentos como "amarga aflicción".

"Las olas del gran mar golpeaban contra mí por todas partes, y la agitación de una furiosa tormenta rompía la barquilla de hierro de mi alma", escribió.

Murió el 12 de marzo de 604 y fue canonizado 50 años más tarde, tras una vida marcada por importantes reformas litúrgicas, negociaciones de paz, atención a los enfermos y difusión de la fe más allá de las fronteras. Junto con san Agustín, san Ambrosio y san Jerónimo, es uno de los primeros Doctores de la Iglesia. Al ocupar su lugar en el trono de san Pedro, se hizo servidor de todos.

4SAN IGNACIO DE LOYOLA

Saint Ignace de Loyola, Pierre Paul Rubens.

La fuerte personalidad del fundador de los jesuitas también estuvo marcada por profundos sentimientos de ansiedad y sufrimiento. Ignacio de Loyola experimentó la oscuridad de la depresión y el temor al suicidio hasta que Dios le concedió la paz que anhelaba.

En sus Ejercicios Espirituales, llama a esta experiencia "desolación": un estado de gran ansiedad, irritabilidad, desasosiego, inseguridad en uno mismo y en las propias decisiones, dudas espantosas, gran dificultad para perseverar en las buenas intenciones… Según él, Dios no causa la desolación, sino que permite que nos despierte a nuestra condición de pecadores y nos llame a la conversión. Él es un poderoso intercesor para los que sufren esta enfermedad.

5EL SANTO CURA DE ARS

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San Juan María Vianney es un modelo de pastor celoso que guio a las almas por el camino de la gracia. A pesar de todo el bien que hizo, era incapaz de ver su propia utilidad ante Dios y vivía constantemente con un intenso complejo de inferioridad, considerándose inútil, síntoma de depresión que le acompañó durante toda su vida. En los momentos difíciles, se volvía al Señor y, a pesar de su sufrimiento, renovaba su determinación para perseverar en su trabajo con confianza, fe y amor a Dios y al prójimo.

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