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Es probable que ni siquiera hayamos escuchado hablar de estos términos, tal vez nos cuesta pronunciar alguno, pero lo cierto es que siguen estando presentes en nuestra vida diaria porque el demonio no descansa, por eso es importante que sepamos qué son la concupiscencia, la tentación y el pecado.
El demonio ataca al ser humano por envidia
El libro del Génesis nos detalla que, cuando Adán y Eva fueron creados por Dios, recibieron el paraíso y todo lo que había en él para que vivieran felices, en amistad con su Creador. Y sabemos que, por envidia, el demonio tentó a la mujer, logrando que ambos perdieran los dones preternaturales (Gn 3).
Desde ese momento se desató la desgracia para la humanidad, y a la vez, la promesa del Salvador, lo que hizo exclamar a san Pablo: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5, 20).
En el relato de la caída de Adán y Eva es donde encontramos las tres realidades de la tentación, la concupiscencia y el pecado.
1La concupiscencia
Al perderse los dones preternaturales, el dominio de sí mismos también se perdió para siempre. Por eso, el deseo desenfrenado de perseguir satisfacciones sensuales, que conocemos como concupiscencia, nos asola a diario.
Todos los seres humanos, a excepción de la Santísima Virgen María, vivimos esa lucha entre la razón y el deseo. El mismo san Pablo lo sufrió mucho, como lo expresó a los Romanos (7, 22-24):
"Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte?"

2La tentación
Por otro lado, la tentación hizo a Eva ceder a las insinuaciones del demonio:
"La serpiente dijo a la mujer: 'No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal'.
Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió".
Entendemos entonces que la tentación es "la incitación a pecar, ya sea por la persuasión o por la propuesta de algún bien o placer", como lo explica la Enciclopedia católica.
3El pecado
Ahora bien, la concupiscencia y la tentación derivan en el pecado, tal como leemos en el Génesis. Adán y Eva desobedecieron el único mandamiento que Dios les había dado, despreciando el amor de Dios.
Por eso dice el Catecismo de la Iglesia católica:
"El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre. En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad".
Es importante aclarar que tanto la concupiscencia como la tentación no son pecados; pero si nos descuidamos, fácilmente podemos caer en pecado y perder la gracia santificante.


