Un hijo es una promesa de futuro. Esta es una de las razones por las que la muerte de un bebé es especialmente dolorosa para los padres, pero también para los demás miembros de la familia (hermanos, tíos, abuelos, etc.).
A veces se acostumbra a representar o hablar de estos bebés como ángeles, pequeños seres con alas que velan por sus familias. Sin embargo, hayan sido bautizados o no antes de morir, no tienen ninguna relación con estas criaturas celestiales.
"Son seres humanos, niños o niñas, que seguirán siendo para siempre hijos de sus padres", explica a Aleteia -edición francesa- el sacerdote Paul Denizot, rector del santuario de Notre-Dame de Montligeon.
Esta creencia tiene sus raíces en el romanticismo del siglo XIX, cuando a menudo se comparaba a los niños con los ángeles. Además, "la inocencia de los niños también lleva a la gente a asociar a estos bebés con seres con alas", explica el padre Paul Denizot. ¿Qué ocurre con los bebés muertos?
Dejen que los niños vengan a mí
"La Iglesia dice que los bebés bautizados están limpios del pecado original. Al no tener pecados personales, tienen un corazón dispuesto a gustar la salvación con Dios", afirma Don Paul Denizot. En cuanto a los niños que no han podido ser bautizados por haber muerto en el útero, al nacer o fueron abortados, el Catecismo de la Iglesia invita a confiarlos "a la misericordia de Dios" (CEC 1261).
A quienes encuentren esta respuesta un tanto decepcionante, el dominico Michel Labourdette responde en "Problemas de escatología", en la Revista Tomista: "En el sistema de fe en el que vivimos, ¿no es la 'certeza' más tranquilizadora ponerse en manos de Dios?
Dios quiere salvar a todos, y lo hace de manera extraordinaria", señala el presbítero Paul Denizot, recordando las palabras de Jesús en el Evangelio de san Marcos:
"Dejad que los niños vengan a mí. De ellos es el Reino de los Cielos" (Mc 10,14).
San Pablo afirma también que "Dios quiere que todos se salven" (1 Tm 2, 1-4). Por eso, la Iglesia espera un camino de salvación para estos niños y nos invita a rezar por ellos.
"A través de esta oración, la Iglesia muestra la solidaridad entre sus miembros. Todos somos solidarios con estos niños. También pedimos sus oraciones, porque aunque no son ángeles, como todos los demás difuntos, pueden interceder por nosotros", concluye el padre Paul Denizot.