La vida humana se trata de comunicarnos en cada detalle de nuestro ser. Todo nuestro cuerpo comunica, nuestro modo de caminar, de estar de pie o sentado, de cómo miramos y cómo respiramos o nos movemos. Todo nuestro ser habla de nosotros a los demás.
La mayor parte de lo que se percibe en cualquier relación humana no es lo que se dice con palabras, sino lo que expresamos visualmente. La comunicación puede ser buena o mala, satisfactoria o frustrante por no haber llegado al otro o no haberle comprendido.
Entonces, ¿cómo aprender a relacionarnos mejor con los demás? Aquí repasaremos cinco técnicas fundamentales.
1Ser uno mismo
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Lo más recomendable para comunicarme sanamente con los demás es ser quien soy. Porque si somos dominados por el deseo de aprobación ajena, el miedo a las críticas y gastamos demasiada energía en construir un personaje, viviremos nuestros vínculos de modo tenso y desgastante, pendientes siempre de nuestra imagen.
No aceptarnos y mirar siempre los aspectos negativos de nuestra vida nos llena de inseguridad y frustración. Aceptarnos nos ayuda a vivir con esa cuota fundamental de autenticidad y transparencia que manifiesta la riqueza de nuestra originalidad como personas únicas e irrepetibles que somos.
2Gratuidad: las personas no son cosas
Las relaciones posesivas que hacen del otro o de uno mismo un objeto de propiedad, o una cosa útil, destruyen cualquier posibilidad de relación auténtica. El otro no existe para satisfacer mis necesidades.
Vivimos en una cultura con una mentalidad consumista que hace de los otros "bienes de consumo", y los tratamos como simples instrumentos, medios, para alcanzar nuestros fines, nuestras metas. Pero el ser humano no es un medio, un simple instrumento, sino un fin en sí mismo, vale por quien es, no porque sea útil. No somos cosas, sino personas. El otro no está allí para llenar mis vacíos, sino para ser él mismo.
Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, escribió: el amigo "quiere que su amigo exista y viva, por causa del amigo mismo, y no por otros motivos ajenos. Este amor de amistad hace que cada uno perciba a su amigo como 'otro yo'".
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3No etiquetar ni clasificar
Cada persona es única e irrepetible, y siempre es novedad para los demás. Los demás no son como yo, ni deben serlo. Los otros no tienen que pensar como yo para que los pueda aceptar.
Solemos clasificar a los demás, incluso hacerles pseudoanálisis psicológicos a todos, creyendo que conocemos sus verdaderas intenciones. Lo que nos abre a conocer realmente a los demás es ser conscientes de nuestros prejuicios y de las etiquetas que solemos colocar a los otros.
Si somos conscientes y tratamos de dejar de lado los prejuicios, podemos abrirnos al misterio inagotable que es cada ser humano, que siempre nos puede sorprender y romper nuestros esquemas previos.
4Establecer una comunicación más profunda
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Ser capaces de confiar en los otros, abriendo el corazón, sin miedo a ser juzgados, nos permite dialogar a un nivel de mayor profundidad.
Cuando no podemos compartir lo que sentimos con las personas más cercanas y preferimos no contarles algunas cosas que son importantes para nosotros, terminamos haciendo superficiales las relaciones que llamamos "más íntimas".
De hecho las mejores relaciones de pareja son aquellas que están cimentadas por una profunda amistad, por un compartir desde lo más profundo y con total transparencia, sin miedo a lo que el otro pensará.
5 Ser agradecidos
La gente más feliz es la que es agradecida, son los que reconocen el amor y se alegran día a día. Pero cuando el orgullo nos gana y creemos que los demás tienen la obligación de actuar de determinada forma con nosotros, vivimos pendientes de lo que no hacen o de lo que hacen mal, o de lo que no nos dan, y así nos volvemos más quejosos y amargados.
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