Agradecer a los que nos hacen un bien genera deseos de corresponder a quien ha demostrado interés en nosotros. Por eso, la gratitud es una virtud que se debe practicar en todo momento y que, siendo constante, derivará en fidelidad.
¿Qué son la gratitud y la fidelidad?
El diccionario nos dice al pie de la letra que la gratitud "es un sentimiento que obliga a una persona a estimar el beneficio o favor que otra le ha hecho o querido hacer, y corresponderle de alguna manera".
Ahora bien, en cuanto a la fidelidad menciona que es "lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona".
Leyendo estos conceptos, es fácil relacionarlos para entender por qué la una genera la otra.
Fieles y agradecidos con Dios
El ser humano crece en medio de distintas situaciones y rodeado de gente que, por regla general, deseará su bien. Sus padres procurarán darle lo necesario para su manutención, lo educarán y darán lo que requiera hasta convertirse en una persona independiente.
Por eso, se espera de él que sea un hijo agradecido, quien más adelante velará por sus padres y los defenderá de cualquiera que intente dañarlos. Como toda su vida ha recibido bienes, se sentirá obligado a corresponder, lo que hará con gusto. Eso es fidelidad.
Con Dios, nuestra actitud debe ser la misma. Dice la Sagrada Escritura:
"Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia".
Cuando nos damos cuenta de todo lo que Dios ha hecho por nosotros: enviar a su Hijo a salvarnos, darnos los sacramentos para nuestro crecimiento espiritual, dejarnos al Espíritu Santo, permitir que los santos sean nuestros intercesores, mantener el mundo en orden y proveyéndonos de todo lo que requerimos para vivir porque es un Padre amoroso, la consecuencia lógica deberá ser agradecerle.
Por eso - a menos que nadie le haya hablado de él- solo un malagradecido llegará, incluso, a negar la existencia de Dios. Pero los que tenemos la dicha de ser cristianos nos mantendremos fieles a sus promesas, procurando corresponder a su amor y confianza, como dice el Evangelio:
"Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor".
Por eso, no dejemos a toda hora de agradecer a Dios por su infinita bondad y misericordia y seamos fieles hasta que Él nos llame de vuelta a su presencia, confiando en que "el Señor es fiel en todas sus palabras y bondadoso en todas sus acciones" (Sal 145, 13).
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