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¿Qué son las apariciones de Guadalupe?

Aleteia Team - publicado el 11/12/12

Las apariciones de la Virgen de Guadalupe en México, ¿son un mito sincretista entre la religión de los aztecas y el catolicismo de los españoles?

Tras la llegada de los españoles a México y la caída de la dominación náhuatl en 1521, los ritos religiosos cesaron. Y también los sacrificios humanos ofrecidos para alimentar a sus dioses y permitir que el universo perdurara.

No siendo estos ya alimentados (con la sangre de los corazones arrancados en el altar del Templo Mayor de la gran Tenochtitlan), los indígenas temían un cataclismo y el fin del mundo con el advenimiento del “quinto sol”.

Toda su vida ordenada al servicio de los dioses y al mantenimiento del universo les había traumatizado, su existencia ya no tenía sentido.

Un pequeño grupo de 12 misioneros franciscanos, llegados en 1524, junto con algunos misioneros llegados antes, como el insigne Fray Pedro de Gante, comenzó entonces a evangelizar a los millones de indígenas del antiguo imperio azteca.

Pero ellos no podían olvidarse de sus dioses.

Y tratando al mismo tiempo de protegerles de los malos tratos de los encomenderos (hacendados) españoles, los misioneros eran perseguidos por sus propios compatriotas católicos.

Por su odio, arrogancia y codicia, la comunidad española estaba dividida. El primer gobierno (la Primera Audiencia) español había hecho mucho daño sobre todo al proceso de evangelización.

Así las cosas, el primer obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, franciscano, escribía entonces (1529) al rey (escondiendo el manuscrito en una vela de sebo):

“Si Dios no interviene para traer cuanto antes un remedio, esta tierra está amenazada de perderse para siempre…”.

El milagro

Unos años después, el 9 de diciembre de 1531, sobre la colina de Tepeyac, una joven mestiza con vestidos brillantes como el sol, se apareció a Juan Diego, recientemente bautizado.

Revelándosele como la Virgen María, le encargó que pidiera al obispo que hiciera construir una iglesia en este lugar.

El obispo Zumárraga, escéptico, le pidió un signo. El 12 de diciembre, mostrándose por última vez a Juan Diego, María le envió a recoger flores en la cumbre pedregosa del Tepeyac.

Él llenó su tilma de las más bellas rosas que jamás había visto. De vuelta donde el obispo para entregárselas, Juan Diego abrió su tilma descubriendo entonces una extraordinaria imagen de la Virgen, como impresa en el tejido.




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El 26 de diciembre se produjo otro fenómeno: durante la procesión que conducía la imagen a la nueva capilla de Tepeyac, un danzante indígena, accidentalmente muerto por una flecha, fue depositado al pie de la tilma y resucitó.

Un código divino…

El retrato, compuesto de símbolos cercanos a su religión y a su cultura, podía ser descifrado por todos los indios. María, que muestra rasgos de una joven mestiza, se presenta como la madre del Dios único que venía a ellos para pedir la reconciliación entre indios y españoles.

Los expertos están de acuerdo en decir que la imagen de la Virgen de Guadalupe sobre la tilma de Juan Diego está formada por un conjunto de símbolos que los indios podían comprender fácilmente.

Era un códice perfectamente inteligible para la cosmovisión del indígena. 

El primero de los signos era la presencia de esta imagen sobre el simple manto de un pobre indio.

La imagen representa a una joven, mestiza por su rostro y por la diferencia de sus dos manos, una más blanca y más fina que la otra. Eso significaba su pertenencia a dos razas distintas.

En la época, los niños nacidos de la unión entre un español y una mujer autóctona eran rechazados por todos.

Por sus manos juntas y sus rodillas dobladas como en movimiento, Nuestra Señora de Guadalupe está representada en una postura de oración danzante, la más alta forma de oración para los náhuas.

A su cuello, el medallón con una cruz indica que ella es de esa religión cristiana que habían traído los españoles.

El color azul de su manto indica su sangre real. Por la inclinación del rostro y la mirada de soslayo, ella es toda atención benevolente hacia quienes la suplican.

… que los nativos podían descifrar

Sobre su vientre, el símbolo más sagrado, la flor de cuatro pétalos, Nahui Ollin, manifiesta la presencia de Ometéolt, el dios-diosa supremo de los nahuas, deidad inaccesible, el maestro de todas las cosas. En su seno todos los contrarios se armonizan y los demás dioses no son, en definitiva, más que manifestaciones.

La cinta que lleva en la parte superior del abdomen muestra que está embarazada, mientras que el pelo suelto significa su virginidad.

Aun estando rodeada de sol, que le da un aura luminosa, su manto está recubierto de estrellas. La Virgen reconcilia a los enemigos de la gran guerra celestial que obligaba a los aztecas a alimentar al sol con sacrificios humanos.

Es el comienzo de una nueva era.

Sus pies colocados en el centro de la luna – México etimológicamente es “en el ombligo de la luna”, indican el lugar donde el Dios supremo que ella lleva quiere residir.




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Conversiones masivas

Después de la aparición de la Virgen de Guadalupe, las conversiones se multiplican a un ritmo que desconcierta a los misioneros franciscanos.

Los autóctonos llegan incluso de muy lejos para recibir el bautismo.

Así, en 1539, nueve años después de la aparición, ya se han convertido unos nueve millones de indios.

Respecto a los españoles, numerosos documentos testimonian la renovación de la devoción que lleva a muchos de ellos a ir a contemplar la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.

Al tomar este nombre, transcrito tal cual estaba en el relato original en lengua náhuatl que era muy apreciado por los españoles y extraño a los indios, la Virgen indicó a todos su pertenencia religiosa.

Era tal la influencia de la aparición, que no sólo se limitó a la nación mexicana, sino que se extiende a todo el continente. En 1946, Pío XII la proclama Patrona de las Américas.

Y para el papa Juan Pablo II, ella sigue siendo “el gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada”.

En la actualidad, México ya no es indio o español, sino que en su mayor parte es mestizo. En aquella época, los niños mestizos, objeto de vergüenza, eran abandonados.

Con su aspecto mestizo, significando la unión entre los dos pueblos, la Virgen muestra que lo que para los hombres era vergonzoso tenía un gran valor a sus ojos.

Madre de México

Considerada en seguida como el origen y la protectora de este nuevo pueblo, ella se convirtió en el estandarte de diferentes causas a lo largo de la historia nacional de México.

El 16 de septiembre de 1810, unas horas después del “grito de Dolores”, el cura de ese pueblo (hoy Dolores de Hidalgo, muy cerca de la montaña de Cristo Rey, en el Estado de Guanajuato), el llamado Padre de la Patria –el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla—tomó una pintura de la Virgen de Guadalupe del Santuario de Atotonilco; y la convirtió en estandarte del ejército insurgente, convirtiéndose en la patrona de la Independencia de México.

Tantos son los ejemplos de su presencia en la vida de esta nación, al grado tal que se dice de ella que fue la “Virgen que forjó una patria”: México.

Imagen milagrosa

Esta imagen tiene como soporte una vestimenta que sigue aún intacta, aunque el tejido vegetal debería haberse degradado en una veintena de años.

Además, la imagen está “pintada” sobre el tejido sin imprimación previa, cosa normalmente imposible.

Dejando de lado los retoques, no se distingue trazo alguno de pincel. La técnica moderna ha revelado otras características inquietantes.

El carácter extraordinario de esta imagen no cesa, aún hoy, de atraer a las masas, de alimentar investigaciones, debates y polémicas.

Entre las numerosas apariciones marianas que han tenido lugar en todo el mundo, la de Nuestra Señora de Guadalupe en México sigue siendo una de las más destacadas. María interviene aquí en el transcurso de la historia de un pueblo y de un continente para modificar su curso.

El estudio de este acontecimiento está lleno de interés y de enseñanzas tanto para el creyente como para el no creyente.




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Este artículo se ha realizado con la colaboración del director del diario católico El Observador, Jaime Septién, y de Paul Badde, corresponsal en Roma del diario alemán Die Welt y autor de un libro sobre Nuestra Señora de Guadalupe (Maria von Guadalupe: Wie das Erscheinen der Jungfrau Weltgeschichte schrieb, Ullstein, Berlin Alemania, 2004).

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