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Uno de los santos más queridos de los tiempos modernos tuvo una infancia muy difícil, llena de pérdidas. San Juan Pablo II perdió a sus seres más queridos: su madre y su hermano y hermana mayores.
Muchos conocen al hermano de san Juan Pablo II, Edmund, que era médico durante una epidemia de escarlatina y murió tras tratar a un paciente.
Edmund murió a los 26 años, y tuvo un profundo impacto en Juan Pablo II, mostrándole lo que significa sacrificar la propia vida por el bien de los demás.
Según Alessandro Gisotti de Vatican News, Edmund es recordado como un buen samaritano.
"Edmund perdió su vida en 1932 por atender a un joven paciente con escarlatina, una enfermedad para la que no existía ninguna vacuna en ese momento. El joven médico sabía lo que podía ocurrirle, pero como el Buen Samaritano no hizo cálculos a su favor, sino que solo se ocupó de socorrer al prójimo necesitado. Su muerte, como contó muchos años después, fue un shock para el futuro Papa por las dramáticas circunstancias en las que ocurrió y también porque había alcanzado una edad más madura que cuando perdió a su madre. El ejemplo de ese 'mártir del deber' que fue su hermano quedó grabado en la memoria de Karol Wojtyła para siempre".
No debe sorprender que, a lo largo de todo su pontificado y ministerio sacerdotal, Juan Pablo II diera prioridad específica a las visitas a hospitales y ancianos.
Una hermana que nunca conoció
Aunque san Juan Pablo II tenía una hermana mayor, no vivió lo suficiente para conocer a su hermano menor.
Según la Fundación Vaticana Juan Pablo II, "el 7 de julio de 1916 nació en Biala (actual Bielsko-Biala) Olga Maria Wojtyla, la hermana mayor de Juan Pablo II. La niña vivió solo 16 horas, pero su recuerdo permaneció vivo".
San Juan Pablo II se referiría a ella de vez en cuando a lo largo de su vida, como en una visita a Wadowice,
"Mi oración es por tanta gente que ha muerto, empezando por mis padres, mi hermano y mi hermana, cuyo recuerdo está unido para mí a esta ciudad".
También la mencionó en su testamento: "Al acercarse el final de mi vida, vuelvo con mi memoria al principio, a mis padres, a mi hermano, a la hermana (que nunca conocí porque murió antes de mi nacimiento)".
Este hecho poco conocido debería consolar a cualquiera que haya perdido un hermano al nacer o poco después. Aunque ese hermano no haya vivido mucho tiempo, la pérdida sigue ahí. San Juan Pablo II muestra claramente esa realidad, incluso mientras llegaba a su propia muerte.
Ciertamente, san Juan Pablo II puede ser invocado por cualquiera que esté sufriendo una pérdida similar, pidiendo al santo polaco que rece por ellos, para que puedan superar el dolor y encontrar consuelo.
Los duelos que llevaron a la santidad a san Juan Pablo ll


