A lo lago de nuestra vida pasaremos por una serie de situaciones que nos dejarán toda clase de experiencias, y, por supuesto, las alegrías y las tristezas son parte fundamental de nuestro proceso vital. Y, aunque no nos guste, habrá ocasiones en las que no podremos evitar sentirnos devastados, creyendo que todo lo que hagamos será inútil para enfrentar las dificultades. Por eso es importante considerar que la oración debe acompañarnos todo el tiempo.
Dar gracias a Dios en la adversidad
Dice el Señor Jesús en el Evangelio de san Juan:
"En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33).
Él nunca prometió a sus discípulos que serían felices en este mundo, mas bien les previno sobre las persecuciones que enfrentarían en su nombre, y ellos se sentían "dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús" (Hch 5, 41).
Sin embargo, al trasladarnos a nuestro tiempo, nos resulta difícil entender que las promesas de Jesús valen para toda la eternidad y que cualquier sufrimiento y contrariedad, ofrecidos a Dios para nuestra santificación o por alguna intención especial, tiene valor sobrenatural e incrementa su valor ante sus ojos, si podemos decirlo de este modo.
Así mismo, san Pablo nos motiva a dar gracias a Dios en todo momento:
Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús (1Tes 5, 18).
Una pequeña oración
Recordemos que cuando hablamos con el corazón a Dios, Él escucha y responde. No deja a sus hijos en los momentos de angustia o tristeza, por el contrario. El alma de la persona sufriente clama con mayor intensidad a su Padre y Creador, por eso Él está presto a darnos el consuelo necesario a nuestras aflicciones.
Así es que, si te sientes devastado ante las sacudidas de la vida, clama al Señor desde lo profundo de tu alma:
"¡Señor yo te amo, Tú eres mi fortaleza!"
Repítelo una y otra vez y ten la certeza de que Dios te responderá.
