San Miguel de los Santos explica en su “Breve tratado de la tranquilidad del alma” cómo se puede obtener la paz interior para vivir felizCampaña de Cuaresma 2025
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Todos estamos hechos para la tranquilidad del alma, un estado de perfección que presupone todas las virtudes, afirma el místico español san Miguel de los Santos. En su Breve tratado de la tranquilidad del alma, que acaba de traducir al catalán el filósofo Abel Miró i Comas, presenta cinco condiciones de la persona que ha alcanzado la paz interior.
1Sentirse desprendido de las propias potencias
Quien está en el estado de tranquilidad del alma debe estar desasido de todas las criaturas, sentidos, pasiones y sentimientos.
No se trata de aniquilar las potencias que Dios ha puesto en el ser humano, sino de usarlas bien, en orden al proyecto divino, explica Miró a Aleteia.
2Sentirse sin ningún tipo de deseo o de gusto
San Miguel de los Santos constata que para alcanzar la tranquilidad del alma hay que prescindir de todos los placeres sensitivos que impiden a la persona concentrarse en su fin último.
La persona se vacía de algún modo para ser rellenada por Dios. Y en cierto sentido será sostenida porque Dios suple aquello que previamente ha vaciado (el conocimiento o amor a las criaturas lo cambia por otro tipo de conocimiento o de amor).
“¿Pero y si de repente Dios se hiciera silencioso? -plantea Miró-. ¡Sería terrible! Y esto es lo que ocurre”.
Sobre esto, san Miguel de los Santos escribe: “Parece que cuando Dios quiere llenar el vacío del alma, se relaciona con ella como un padre con su hijo amadísimo cuando quiere darle algo como una manzana”.
Primero se la enseña y da muestras de querer entregársela -prosigue el místico trinitario-. Pero cuando el niño alarga la mano para tomarla, se ve burlado. Porque en el mismo instante en el que alarga la mano, el Padre esconde la manzana.
De la misma forme suele comportarse Dios con las almas a las que quiere llenar su vacío, asegura san Miguel de los Santos compartiendo su experiencia personal con Dios.
El místico afirma que a las almas que se han vaciado de afectos, pasiones, de toda distracción, Dios a menudo les hace de algún modo vislumbrar la belleza de la vida eterna.
“Pero de repente Dios se hace silencioso de modo que el alma queda enfrentándose a su propio vacío”, continúa Miró explicando lo que escribe san Miguel de los Santos.
¿Por qué se divertiría así el padre con el niño?, pregunta ante lo que parece un drama existencial.
Y responde: porque el vacío de Dios incrementa el deseo de plenitud, la ausencia de Dios es un estímulo para el amor de Dios.
“Y también cuando le dé la manzana, sabrá valorarla mejor, cuando le dé consuelos espirituales sabrá valorarlos mejor porque ha pasado por la experiencia del vacío”.
San Miguel de los Santos interpreta esta “avidez sensible”, esta “gran pena y extremas dificultades”, este “desgarramiento interior”, que a él le llevaba hasta gritar y saltar, como una oportunidad para aumentar el amor de Dios.
Cuando la gente veía esas muestras exteriores en este místico, algunos pensaban que se encontraba en “rapto místico”. Pero san Miguel de los Santos aclara que precisamente “gritaba de vacío”.
Esa intensa vivencia de vacío la integra en su vida mística como una fase (no como el fin, como lo considerarían existencialistas como Samuel Becket) de un proceso espiritual.
3Ser despreciado
San Miguel de los Santos afirma que la tranquilidad del alma conlleva “ser aborrecido por los hombres”, ser condenado con varios juicios.
Quien ha alcanzado la serenidad no es una persona popular, que cae bien al mundo, según el místico nacido en Vic el año 1591.
Y recuerda la bienaventuranza de Jesús “bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa” (Mt 5, 11).
4Experimentar una gran aridez
San Miguel de los Santos dice que se siente muy seco en la parte sensitiva, que no tiene ningún tipo de deseo sensible.
Y lo complementa con la cita evangélica “quien pierda su propia alma por causa mía la encontrará” (Mt 16, 25).
Parece una paradoja: es peligroso amar la propia alma porque amando la propia alma la puedo perder.
¿Entonces habría que perder la propia alma para encontrarla? Abel aclara que “si tienes miedo a perder tu propia alma es que ya estás aferrado a ella”.
Uno de los santos que inspira a san Miguel de los Santos es Agustín de Hipona, quien distingue entre dos amores referidos a la propia alma, uno recto y uno desordenado.
El amor recto se refiere a lo superior del alma, a lo más noble, y el amor desordenado, a lo menos valioso, lo que tiene que ver con la sensibilidad, con la vida corpórea.
Y no es que no haya que amar al propio cuerpo, sino que “no debe amarse al cuerpo más que al alma”, indica Miró.
“Quien se ama así, se perderá, porque no ama lo más noble que hay en él; amarse bien significa amar lo más elevado que hay en la propia alma”, puntualiza.
“Perder la propia alma a causa de Cristo significa someter todo aquello que tiene que ver con el cuerpo y con los sentidos a la dimensión espiritual del hombre, poner en primer lugar la dimensión espiritual del hombre y subordinar el resto a ella”, añade, pidiendo no confundir el medio con los fines.
“Esto significa estar seco en la parte sensitiva -concluye-: que las pasiones sensibles no nos despisten de la contemplación espiritual”.
En este sentido, Miró destaca que una fe que buscara a Dios solo por los consuelos espirituales que la persona recibe sería muy débil.
“Aferrarse a estos bienes sensibles quizás no permite una maduración -añade-. A veces el paso por el desierto ayuda a madurar”.
5Encontrarse tan insensible que apenas distinguir cuando el enemigo le está tentando
San Miguel de los Santos explica que se trata de “sentirse habitado por Cristo”, es decir, experimentar que quien vive en la propia persona no es ella misma sino Dios.
¿Qué es la tranquilidad del alma?
En su tratado, tras explicar los requisitos, san Miguel de los Santos resume sencillamente en qué consiste la tranquilidad del alma: en querer lo que Dios quiere que quiera.
La paz interior se logra entonces al “no poner impedimentos a la voluntad de Dios”, al ser “instrumentos dóciles a las mociones que Dios da al alma”.
Así, “la actividad más perfecta que puede realizar el hombre en su vida es la máxima pasividad, la máxima apertura a las mociones divinas”, sintetiza Miró.
“Todo lo que hay de bueno en nosotros y en nuestros actos viene de Dios -añade-. Lo que es exclusivo nuestro es el pecado y el defecto. Y cuanto más dócil es uno a las mociones divinas, más plenamente es, más se realiza su individualidad”.
Un tratado clásico
El “Breve tratado de la tranquilidad del alma” no se publicó en vida de san Miguel de los Santos.
El manuscrito permaneció escondido hasta que se descubrió en la Biblioteca Nacional de Madrid el año 1914.
La nueva edición catalana de la Editorial Albada se publica en 2025, justo 400 años después de la muerte del místico.
Para Miró, en un mundo centrado en la producción y en la acción es sano el testimonio de alguien que puso en el centro de su vida la contemplación.
“Los males de este mundo pasan sobre todo por un exceso por acción -concluye el filósofo-. No faltan cosas por hacer -se hacen demasiadas, sobran cosas-, quizás lo que le falta al mundo es que nos prostremos y adoremos a Dios”.