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Desde Donald Trump, que denunció el espectáculo como "una vergüenza", hasta Jean-Luc Mélenchon, que dijo que no tenía sentido "arriesgarse a herir los sentimientos de los creyentes" cuando "esa noche estábamos hablando al mundo", pasando por el multimillonario Elon Musk, que denunció un acto "absolutamente irrespetuoso con los cristianos", muchas personalidades, a veces inesperadas, se posicionaron en contra de la polémica parodia de la Última Cena presentada en el marco del espectáculo emitido en mondovisión.
El sábado por la mañana, los obispos franceses deploraron "las escenas de escarnio y de burla del cristianismo", explicando que los cristianos de todo el mundo se habían visto "heridos por el ultraje y la provocación de ciertas escenas".
En este contexto, las palabras del Papa Francisco en el Ángelus del pasado domingo fueron analizadas con especial atención. Pero una vez más, el pontífice argentino prefirió dar un paso al lado, refiriéndose a los Juegos Olímpicos pero denunciando "un escándalo que la comunidad internacional no debe tolerar y que contradice el espíritu de fraternidad de los Juegos Olímpicos que apenas han comenzado". A saber: el hecho de seguir "construyendo y vendiendo armas y derrochando recursos alimentando guerras grandes y pequeñas".
El Papa Francisco, que apenas ve la televisión desde que hizo voto como religioso jesuita, no es muy sensible a las imágenes virales que circulan por las redes sociales, aunque está naturalmente informado de la actualidad internacional. Sobre todo, "el Papa Francisco odia actuar bajo la presión de los medios de comunicación", señala una fuente romana.
Obispos responsables de "hacer el trabajo"
Otra clave para entender la actitud del Papa reside en el principio de subsidiariedad, que significa dejar a los obispos afectados la responsabilidad de responder y solucionar las cosas con los responsables del expediente. Monseñor Emmanuel Gobilliard, obispo de Digne y delegado para los Juegos Olímpicos, asumió con firmeza el papel de portavoz oficioso de la Iglesia, señalando que "las burlas anticristianas excluían a la gente cuando el espectáculo debería haberla reunido".
También estuvo detrás de la declaración emitida por los obispos franceses en la que expresaban tanto el dolor sentido por los católicos como su deseo de contribuir al éxito de los Juegos Olímpicos de París.
Vincenzo Paglia, Presidente de la Academia Pontificia para la Vida, que apoyó esta postura. "Los obispos franceses han sido buenos y valientes. Y por mi parte, no puedo sino suscribir sus palabras de principio a fin". Otra señal del apoyo de Roma a los obispos franceses fue que su declaración fue inmediatamente difundida por los medios de comunicación de la Santa Sede.
Otros cardenales cercanos al Papa Francisco adoptaron otras posturas. El cardenal Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, que recibirá al Papa en su diócesis en septiembre, estuvo en Roma como parte de la peregrinación de monaguillos y se pronunció con firmeza, denunciando una producción "inadmisible".
"Me entristece. Respetamos la diversidad en el mundo y queremos también que la sociedad liberal europea respete a los cristianos y no haga nada contra sus sentimientos religiosos", insistió el jesuita luxemburgués, conocedor de los debates sobre el respeto de las identidades religiosas en Europa.
La opinión crítica del Papa Francisco sobre la cultura francesa
Aunque el Papa no expresó su opinión sobre el espectáculo, su postura personal sobre la cultura francesa se puede discernir en algunas de sus declaraciones. En una entrevista publicada en 2016 por La Croix, el Papa Francisco criticó a Francia por "exagerar el laicismo", con una tendencia a "considerar las religiones como una subcultura y no como una cultura por derecho propio. Temo que este enfoque, comprensible dada la herencia de la Ilustración, continúe", dijo entonces el Papa Francisco.
El Papa también se distanció del "espíritu Charlie", que se convirtió casi en doctrina oficial de la diplomacia francesa tras el atentado del 7 de enero de 2015. La libertad de expresión no lo autoriza todo y debe ejercerse "sin ofender", machacó el Papa Francisco unos días después en el avión de regreso de su gira por Filipinas. "No podemos provocar, no podemos insultar la fe de los demás, no podemos burlarnos de ella", insistió.
"Hay tantas personas que hablan mal de otras religiones, que se burlan de ellas, que hacen de la religión de los demás un juguete: son personas que provocan", había declarado el Papa.
Estas observaciones pueden aplicarse también a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, que parece haber despertado finalmente el malestar incluso en el seno del movimiento olímpico.
El sábado, una portavoz del Comité Organizador de los Juegos de París asumió que el provocador espectáculo pretendía "mover líneas", pero al día siguiente la nueva estrategia de comunicación del Comité dio un paso atrás, y otra portavoz dijo "lamentar profundamente" si alguien se había sentido ofendido por el espectáculo.
Diplomacia olímpica
Una fuente diplomática subrayó también que la Santa Sede quería "evitar entrar en polémicas con el mundo olímpico cuando éste llama a la puerta". El Papa Francisco se ha reunido con varias federaciones deportivas en los últimos años, lo que ha llevado a Athletica Vaticana a convertirse en miembro de varias federaciones internacionales, allanando el camino para que el Estado más pequeño del mundo sea acreditado para los campeonatos mundiales de ciclismo.
Una participación directa del Vaticano en los próximos Juegos Olímpicos es aún muy hipotética, pero no puede descartarse, ya que las visitas a Roma del Presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, han permitido establecer numerosos contactos. En septiembre de 2022, el Vaticano y el COI coorganizaron en Roma un foro sobre el tema "Deporte para todos". La participación del Presidente del COI en la Misa de apertura de los Juegos Olímpicos de París, celebrada el 19 de julio en la iglesia de la Madeleine, es también fruto de estos esfuerzos.
El Papa se mantiene así a distancia de ciertas voces católicas que denuncian los Juegos Olímpicos como una manifestación de paganismo, y en esto está en plena continuidad con sus predecesores. El 8 de diciembre de 2005, Benedicto XVI, más interesado por la Fórmula 1 que por los deportes olímpicos, bendijo la llama olímpica de los Juegos de Invierno de Turín, que fue transportada por una guardia suiza hasta la Plaza de San Pedro al inicio de su recorrido por Italia.
El apoyo prestado por el Papa Pío X en 1903 al barón Pierre de Coubertin, inspirador del movimiento olímpico, la bendición por Juan XXIII de los Juegos Olímpicos de Roma en 1960 y los mensajes de Pío XII y Juan Pablo II a los deportistas son también hitos en la larga historia de las relaciones entre los Papas y el olimpismo, que no se pondrán en entredicho por una simple muestra de dudoso gusto.