En un mundo que se siente huérfano, es más «que sufre la crisis de una gran orfandad», hay una Madre que nos acompaña y nos defiende. Lo dijo Papa Francisco durante la homilía de la misa matutina celebrada en Santa Marta, según indicó la Radio Vaticano, en el día en el que se celebra la memoria de la Beata Virgen María de los Dolores.
El Evangelio del día presenta la escena del Calvario. Al pie de la cruz hay solo algunas mujeres y Juan. Todos veían a María, observó el Papa, y decían: «¡Esa es la madre de este delincuente!». «Y María escuchaba estas cosas. Sufría humillaciones terribles. También escuchaba a los grandes, a algunos sacerdotes, que ella respetaba, porque eran sacerdotes: ‘Tú que eres tan bueno, ¡baja! ¡Baja!’. Con su Hijo desnudo, allí. María sentía un sufrimiento muy grande, pero no se fue. No renegó del Hijo. ¡Era su Carne!».
El Papa después recordó cuando visitaba a los detenidos en Buenos Aires y veía siempre una fila de mujeres que esperaban para entrar a la cárcel: «Eran mamás. No se avergonzaban: su carne estaba allí dentro. Y estas mujeres sufrían no solo la vergüenza de estar allí. ‘¡Mira a esta!, ¿qué habrá hecho su hijo?’. También sufrían las humillaciones en los controles que había antes de entrar. Pero eran madres e iban a encontrarse con sus hijos. Así era María, estaba allí, con el Hijo, con un sufrimiento muy grande».
El Papa recordó la promesa de Jesús: que no nos habría dejado huérfanos, y desde la cruz nos da «a Su Madre como nuestra Madre»; «nosotros, los cristianos, tenemos una Madre, la misma de Jesús, tenemos un Padre, el mismo de Jesús. ¡No estamos huérfanos! Y Ella nos da a luz en ese momento de tanto dolor: es verdaderamente un martirio. Con el corazón contrito, acepta darnos a luz a todos nosotros en aquel momento de dolor. Y desde aquel momento Ella se convierte en nuestra Madre, desde aquel momento Ella es nuestra Madre, la que nos cuida y no se avergüenza de nosotros: nos defiende».
El Papa también recordó a los místicos rusos de los primeros siglos, quienes aconsejaban refugiarse bajo el manto de María cuando había turbulencias espirituales: « Allí no puede entrar el diablo. Porque Ella es Madre y como Madre nos defiende.Después, el Occidente siguió ese consejo e hizo la primera antífona mariana: ‘Sub tuum praesidium’ (‘Bajo tu manto, me refugio, oh Madre’. Allí estamos seguros».
«En un mundo que podemos definir como ‘huérfano’— concluyó Francisco—, en este mundo que sufre la crisis de una gran orfandad, quizás venga en nuestra ayuda decir: ‘Mira a tu Madre’. Tenemos quien nos defienda, nos enseñe, nos acompañe, que no se avergüence de nuestros pecador. No se avergüenza, porque ella es Madre. Que el Espíritu Santo, este amigo, compañero de viaje, este Paráclito, abogado que el Señor nos ha enviado, nos haga entender este misterio tan grande de la maternidad de María».