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Juan Pablo II a 10 años de su canonización, ¿qué queda de él en Roma?

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Une icône du saint Pape Jean Paul II dans l'église catholique Saint-Vincenzo à Rome.

Cyprien Viet - publicado el 26/04/24

El sábado 27 de abril se cumplen diez años de la canonización de Juan Pablo II, elevado al rango de santo por el Papa Francisco al mismo tiempo que Juan XXIII. Sin embargo, la canonización del pontífice polaco se celebró con menos pompa que su beatificación, el 1 de mayo de 2011. ¿Qué queda hoy de su legado en Roma?

Su número varía de algunas decenas a algunos centenares según la semana, pero el rito es invariable: cada jueves por la mañana, exactamente a las 7h10 -para que pueda ser retransmitido por Radio Vaticano-, los polacos del Vaticano y los que peregrinan a Roma se reúnen para celebrar una Misa ante la tumba de Juan Pablo II, “su” Papa, el hombre que devolvió la dignidad a un pueblo aplastado por el yugo comunista.

“Recuerdo muy bien la reacción de la gente en Polonia, en las calles, cuando se enteraron de la elección del arzobispo de Cracovia el 16 de octubre de 1978”, dice un polaco que ahora vive en Francia. “Los medios de comunicación controlados por el régimen informaron brevemente y no hubo una manifestación masiva de alegría, pero en la forma en que la gente se ponía de pie y caminaba por la calle, había una energía y un orgullo renovados. Se mantenían erguidos. Juan Pablo II había dado esperanza a todo un pueblo. Ese momento es inolvidable”, admite.

Situar el legado de Juan Pablo II en Roma es, pues, ante todo reconocer las banderas rojas y blancas de los numerosos grupos polacos, visibles todos los días, y durante todos los Ángelus y audiencias generales. Para millones de polacos de todas las generaciones, la peregrinación a Roma es una experiencia ineludible, incluso para las personas de medios modestos que ahorran varios años para realizar este viaje tras las huellas de su Papa, que reinó durante más de un cuarto de siglo.

La Misa del jueves por la mañana ante la tumba de Juan Pablo II suele celebrarla el cardenal Konrad Krajewski, actual Prefecto del Dicasterio para el Servicio de la Caridad. Sirvió íntimamente al Pontífice polaco como celebrante ceremonial papal durante los últimos años de su vida, cuando su enfermedad requería gran delicadeza e ingenio para ponerle los ornamentos litúrgicos y sostenerle físicamente durante las celebraciones. La mirada atenta y preocupada de monseñor Krajewski aún puede verse en muchas fotos de aquella época.

Pero este apego se extiende más allá de los ciudadanos polacos y alcanza a veces perfiles más inesperados, como el del joven sacerdote de Benín que conocimos en la Misa del jueves por la mañana y que, sin haber pisado nunca Polonia, tomó la iniciativa de aprender la lengua polaca por pasión hacia este Papa místico e intelectual cuyo pensamiento quería captar en su texto original.

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Para los peregrinos de Italia, Francia y Estados Unidos, la tumba de Juan Pablo II es también una parte esencial de su visita al Vaticano. No es raro oír a niños nacidos mucho después de 2005, y que por tanto no le conocieron, preguntar a sus padres por esta figura cuya importancia perciben al observar el número de personas que rezan ante su tumba.

Juan Pablo II siguió siendo popular en el corazón de los romanos

En los alrededores del Vaticano y en la ciudad de Roma, el rostro de Juan Pablo II sigue apareciendo en muchas tiendas de recuerdos, comunidades religiosas y parroquias. Stefano Cascio, el dinámico párroco de San Buenaventura, en un difícil barrio periférico de la capital italiana, muestra con orgullo fotos de Juan Pablo II acudiendo a bendecir la iglesia en construcción a finales de los años setenta, cuando el municipio comunista de Roma amenazaba con impedir su construcción: una historia que se hacía eco de sus propias luchas como arzobispo de Cracovia.

“Mientras su salud se lo permitió, estuvo muy apegado a su papel de obispo de Roma, visitando casi todas las parroquias de su diócesis”, recuerda don Stefano, que admiraba su valor físico y espiritual e ingresó en el seminario bajo su pontificado, antes de ser ordenado sacerdote por Benedicto XVI en 2008.

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Para algunos romanos más desvinculados de la Iglesia, sin embargo, la sucesión de tres papas no italianos sigue siendo una realidad difícil de asimilar, como demuestra esta escena observada recientemente en un restaurante cercano al Vaticano. Señalando los cuadros de papas contemporáneos en las paredes del restaurante, una elegante mujer dijo: “Quello è il Polacco, e quello il Tedesco” – “Ese es el polaco, y ese es el alemán”. Esta forma de referirse a Juan Pablo II y Benedicto XVI por su nacionalidad es relativamente común en Roma, y demuestra lo difícil que es para los habitantes de la Ciudad Eterna “adoptar” a un Papa de otro lugar, a pesar de que esta realidad forma parte de la vida de la Iglesia local desde hace más de 45 años.

El Papa Francisco: ¿ruptura o continuidad?

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Procedente de Argentina, con una forma de expresarse a menudo desconcertante y provocadora, el Papa Francisco ha chocado a veces a los visitantes polacos al dar la impresión de estar molesto por una forma de culto a la personalidad en torno a Juan Pablo II. Su breve homilía en la canonización de abril de 2014 decepcionó a muchos peregrinos. En un plano más académico e intelectual, el cambio de liderazgo al frente del Instituto Juan Pablo II para la Familia, organizado para el verano de 2019, apareció para algunos como una forma de dar carpetazo al legado del pontífice polaco.

Esta interpretación es rechazada por el actual presidente de esta institución, ahora rebautizada como “Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia”. Entrevistado por I.MEDIA en 2023, Monseñor Philippe Bordeyne explicó que “lo que utilizamos hoy para pensar el matrimonio y la familia es a la vez una ética personal y conyugal, y una ética social. La doctrina es todo esto. Pero va de la mano de una comprensión detallada de las dificultades y oportunidades de hoy”. Este trabajo corresponde al deseo del Papa Francisco para el Instituto Juan Pablo II: intento asumir la amplitud de los cambios actuales, y sacar recursos de la tradición doctrinal, pero también de la filosofía y de las ciencias humanas, para mostrar que la actualidad del Evangelio sigue siendo sorprendente”.

Desde este punto de vista, sería un flaco favor a la filosofía personalista de Juan Pablo II considerarla “fijista”, sin actualizar su patrimonio intelectual para tener en cuenta los desafíos actuales. Por otra parte, otros están preocupados por la aparición de un cierto relativismo en la Iglesia, sobre todo en cuestiones relacionadas con la moral y la sexualidad.

Ciertas propuestas del Sínodo alemán han causado consternación en el seno de la Iglesia católica polaca, al igual que ciertas declaraciones del Papa Francisco sobre la guerra en Ucrania, un tema delicado en el que su posición frente a Rusia se percibe como demasiado complaciente. Además, la declaración doctrinal Fiducia supplicans, que abre la vía a bendiciones no litúrgicas para parejas del mismo sexo, ha suscitado fuertes malentendidos, pues algunos la ven como una ruptura con la ética conyugal promovida por Juan Pablo II.
Este debate sobre el legado del pontífice polaco se retomará en abril de 2025, en el 20º aniversario de la muerte de Juan Pablo II.

En el marco del Jubileo, esta conmemoración será sin duda la ocasión para que sus colaboradores más antiguos y el Papa le rindan un sentido homenaje, tras los numerosos ataques mediáticos sobre su gestión de los casos de abusos, que han debilitado la percepción de su pontificado, e incluso algunos han cuestionado su canonización.

Dignitas infinita

¿Ha llegado el momento de rehabilitar a Juan Pablo II? El reciente documento Dignitas infinita lo menciona doce veces. Y en la audiencia general del pasado miércoles, Francisco rindió homenaje a la memoria del hombre que le hizo cardenal en 2001.

“Mirando su vida, podemos ver lo que el hombre puede alcanzar acogiendo y desarrollando en sí mismo los dones de Dios: la fe, la esperanza y la caridad”, dijo el pontífice, pidiendo a todos que permanezcan “fieles a su legado” y, por tanto, “promuevan la vida y no se dejen engañar por la cultura de la muerte”.

La promoción de la “civilización del amor” contra toda forma de polarización y egoísmo sigue siendo, por tanto, un tema de actualidad y un legado vivo del pontífice polaco.

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