«Ignorar al pobre es despreciar a Dios», porque «si yo no abro de par en par la puerta de mi corazón al pobre, esa puerta se queda cerrada también para Dios, y esto es terrible». Lo dijo Papa Francisco durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, en la que reflexionó sobre la parábola del hombre rico y el hombre pobre. Lázaro, recordó el Papa, «representa bien el grito silencioso de los pobres de todos los tiempos y la contradicción de un mundo en el que inmensas riquezas y recursos están en las manos de pocos». Francisco saludó a los niños huérfanos y migrantes ucranianos y rezó por una «paz duradera» en el país, pues en su frontera con Rusia persiste el conflicto armado.
“La vida de estas dos personas, sus condiciones de vida son opuestas. El lujo en el que vive el rico epulón se contrapone a la pobreza de Lázaro”. El Santo Padre señala que esta escena recuerda las duras palabras del Hijo de hombre en el juicio final descrito en el Evangelio de Mateo: «tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron» (Mt 25,42-43). “Lázaro, agrega el Papa, representa bien el grito silencioso de los pobres de todos los tiempos y las contradicciones de un mundo en el cual inmensas riquezas y recursos están en manos de pocos”. Por ello, el Pontífice señala que “ignorar al pobre es despreciar a Dios” y en la parábola es interesante notar que el hombre rico no tiene nombre, mientras el nombre de Lázaro, que significa “Dios ayuda”, se repite cinco veces. “Lázaro, que está delante de la puerta, es una llamada viviente al rico para recordarse de Dios, afirma el Papa; pero el rico no acoge está llamada”.
En la segunda parte de la parábola, señala el Obispo de Roma, la situación de estos personajes cambia después de la muerte. Solo es ahí, en el tormento, que el rico epulón “reconoce a Lázaro y le pide ayuda, mientras cuando estaba en vida fingía no verlo”. Es la figura de Abrahán, precisa el Papa, quien nos ofrece la clave de lectura de esta parábola, “él explica que el bien y el mal han sido distribuidos de tal modo de compensar la injusticia terrena, y la puerta que separaba en vida al rico del pobre, se ha transformado en un gran abismo”. Mientras el pobre estaba delante de la puerta del rico había la posibilidad de la salvación, una vez muertos, la situación se hace irreparable. En este sentido, agrega el Papa, Dios no es jamás llamado directamente en causa, pero la parábola nos recuerda que: “la misericordia de Dios hacia nosotros está relacionada con nuestra misericordia hacia el prójimo; cuando falta esto, también aquella no encuentra espacio en nuestro corazón cerrado, no puede entrar”.
Antes de concluir su catequesis, el Sucesor de Pedro precisó que, “para convertirnos, no debemos esperar eventos prodigiosos, sino abrir el corazón a la Palabra de Dios, que nos llama a amar a Dios y al prójimo”. Porque, afirma el Papa, la Palabra de Dios puede revivir un corazón árido y curarlo de su ceguera. Ningún mensajero o ningún mensaje podrán sustituir a los pobres que encontramos en el camino, porque en ellos viene a nuestro encuentro el mismo Jesús.
Al final de la Audiencia, el papa, en el aniversario el día del nacimiento de San Juan Pablo II (18 de mayo de 1920), saludó en particular a los fieles de Polonia, país al que viajará en julio: «Me uno espiritualmente al presidente de la república de Polonia, con los combatientes y los participantes en la Santa Misa en el cementerio polaco de Montecassino para recordar a los cardos, además de los que se han reunido en Torun para la Consagración del santuario de la Beata Virgen María, estrella de la nueva evangelización, y de San Juan Pablo II», dijo. Que estos importantes eventos «sean para ustedes una invitación a rezar por la paz, por la Iglesia en Polonia y por la prosperidad de su patria». Francisco también dirigió un saludo especial a los niños «ucranianos huérfanos y prófugos debido al conflicto armado que todavía dura en el este del país. Por la intercesión de María Santísima, renuevo mi oración para que se llegue a una paz duradera, que pueda aliviar a la población tan afectada y que ofrezca un futuro sereno a las nuevas generaciones».