Campaña de Cuaresma 2025
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En ocasiones, cuando leemos diversos relatos evangélicos, podemos pensar que solo se refieren a otras personas. Un ejemplo es la historia de la mujer sorprendida en adulterio, que está a punto de ser apedreada por un grupo de hombres.
Podemos pensar que solo se refiere a otra persona y no a nosotros.
Sin embargo, cada uno de los relatos evangélicos tiene múltiples capas de significado, y aunque el relato de Juan ciertamente se aplicaba a una mujer concreta en un momento concreto de la historia, también se aplica directamente a cada uno de nosotros.
Mirada de misericordia
San Juan Pablo II meditó sobre este relato bíblico en un discurso del Ángelus de 1998, en el quinto domingo de Cuaresma. Explicó cómo, "A los hombres y mujeres de todos los tiempos, Jesús les repite: Yo tampoco te condeno; vete y no vuelvas a pecar" (cf. Jn 8,11).
Necesitamos situarnos en esta historia e identificarnos con la mujer sorprendida en adulterio. Puede que no cometamos el pecado exacto, pero en realidad, cada pecado que cometemos es un tipo de adulterio. Es una forma en la que somos infieles a Dios, eligiendo bienes menores que nos distraen de Él.
El Antiguo Testamento, en particular, utilizó esta imagen una y otra vez, ya que el pueblo fue infiel de muchas maneras, volviéndose a otros dioses a lo largo de su historia.
San Juan Pablo II sigue mostrando cómo esta historia debería elevar nuestros corazones, especialmente si han estado sumidos en el pecado:
"¿Cómo podríamos vernos en este Evangelio sin sentir una oleada de confianza? ¿Cómo no reconocerlo como una 'buena noticia' para los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que anhelan redescubrir el verdadero sentido de la misericordia y del perdón?"
A menudo podemos sentirnos deprimidos por la inmensidad de nuestro pecado, y pensar que Dios nunca podría perdonarnos.
La "buena noticia" es que Jesús nos perdonará y está dispuesto a hacerlo. La clave, como señala san Juan Pablo II, es "dejar que Dios nos perdone primero, reconociendo que somos nosotros el objeto de su misericordia".
Una vez que podamos aceptar el perdón de Dios en nuestros corazones, entonces podremos hacer lo que nos mandó: "No vuelvas a pecar".
Ser perdonados por Dios es solo el primer paso, ya que luego tenemos que dejar que esa mirada de amor atraviese nuestros corazones e irradie en todo lo que hacemos.


