Campaña de Cuaresma 2025
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La vida de los santos nos enseña que amar a la Virgen María es el mejor remedio para mantenerse lejos de las herejías, pues su poderosa intercesión ante su Divino Hijo, que nada puede negarle, es sostenida por Él para el bien del mundo entero.
La protección de la Virgen para sus hijos
San Alfonso María de Ligorio recopiló muchas enseñanzas de santos y padres de la Iglesia en su libro Las Glorias de María. El santo cuenta lo que la Virgen reveló a santa Brígida:
... así como una madre si viera a su hijo entre las espadas de los enemigos haría lo imposible por salvarlo, así obro yo con mis hijos, por muy pecadores que sean, siempre que a mí recurran para que los socorra.
Es tanto el amor que nos profesa María santísima, que escribió lo siguiente:
Si María es nuestra madre, bien está que consideremos cuánto nos ama. El amor hacia los hijos es un amor necesario; por eso –como reflexiona santo Tomás- Dios ha puesto en la divina ley, a los hijos, el precepto de amar a los padres; mas, por el contrario, no hay precepto expreso de que los padres amen a sus hijos, porque el amor hacia ellos está impreso en la naturaleza con tal fuerza que las mismas fieras, como dice san Ambrosio, no pueden dejar de amar a sus crías.
Nos aleja de las herejías

Uno de los grandes peligros para el cristiano es caer en herejías. La historia de la Iglesia da constancia de que desde sus inicios, surgieron ideas contrarias a las que enseñó Jesús a sus discípulos, incluyendo las que se referían a su divinidad y humanidad.
Pero quien se acoge a la Virgen, vence estas tentaciones. Para demostrarlo, san Alfonso plasmó en su libro, la historia Guillermo Elphinstone, joven escocés, pariente del rey Jacobo, que había nacido en la herejía.
Iluminado por la gracia divina que le había hecho ver sus errores, se trasladó a Francia y con la ayuda de un padre, también escocés, pero sobre todo por la intercesión de la Virgen María, descubrió la verdad, abjuró de la herejía y se hizo católico.
La historia continúa así:
Fue después a Roma. Un día lo vio un amigo muy afligido y lloroso, y preguntándole la causa le respondió que aquella noche se le había aparecido su madre, condenada, y le había dicho: “Hijo, feliz de ti que has entrado en la verdadera Iglesia; yo, por haber muerto en la herejía, me he perdido”. Desde entonces se enfervorizó más y más en la devoción a María, eligiéndola por su única madre, y ella le inspiró hacerse religioso, a lo que se obligó con voto.
Pero como estaba enfermo, se dirigió a Nápoles para curarse con el cambio de aires. Y en Nápoles quiso Dios que muriese siendo religioso. En efecto, poco después de llegar, cayó gravemente enfermo, y con plegarias y lágrimas impetró de los superiores que lo aceptasen. Y en presencia del Santísimo Sacramento, cuando le llevaron el Viático, hizo sus votos y fue declarado miembro de la Compañía de Jesús.

María y la verdadera Iglesia
El santo continúa la narración:
Después de esto, era de ver cómo enternecía a todos con las expresiones con que agradecía a su madre María el haberlo llevado a morir en la verdadera Iglesia y en la casa de Dios, en medio de los religiosos sus hermanos. “¡Qué dicha –exclamaba- morir en medio de estos ángeles!” Cuando le exhortaban para que tratara de descansar, respondía: “¡No, ya no es tiempo de descansar cuando se acerca el fin de mi vida!” Poco antes de morir dijo a los que le rodeaban: “Hermanos, ¿no veis los ángeles que me acompañan?”
Habiéndole oído pronunciar algunas palabras entre dientes, un religioso le preguntó qué decía. Y le respondió que el ángel le había revelado que estaría muy poco tiempo en el purgatorio y que muy pronto iría al paraíso. Después volvió a los coloquios con su dulce madre María. Y diciendo: “¡Madre, madre!”, como niño que se reclina en los brazos de su madre para descansar, plácidamente expiró. Poco después supo un religioso, por revelación, que ya estaba en el paraíso.
Confiemos en María santísima, que Ella nos ayudará a llegar al paraíso.

