El creyente está motivado por la oración, ya que cree que a través de esta práctica religiosa podrá comunicarse con lo divino y pedir una cura, dar gracias, interceder por alguien, entregar sus intenciones, pedir protección, adorar a Dios, expresar pensamientos y sentimientos.
La oración es el medio eficaz de comunicación y de relación más estrecha entre el hombre y Dios.
Oramos cuando estamos tristes y oramos cuando todo está bien. Así es como debería ser.
La oración siempre ha estado presente en la vida del creyente, y esta afirmación se destaca en las Sagradas Escrituras, desde el libro de Génesis hasta el libro de Apocalipsis.
Además, la neurociencia ha estado investigando los efectos beneficiosos de la oración en el cuerpo humano, tales como: el bienestar emocional, la modulación de la actividad cerebral, las respuestas neurofisiológicas -que pueden estar relacionadas con un estado de relajación profunda impulsado por la oración- y la mejora de la atención y la concentración.
Los profetas oraron, la Virgen María oró ante el arcángel Gabriel, Jesús predicó sobre la oración y nos enseñó a orar, santos y místicos vivieron su espiritualidad bajo el techo de la contemplación y la oración.
El mundo cristiano fue y sigue siendo concebido por uno de los pilares más fundamentales de la religiosidad: nuestro diálogo con Dios a través de la oración personal, las oraciones establecidas por la Iglesia y las prácticas de piedad.
Cada oración cuenta una historia
Las oraciones católicas van más allá de una fórmula para recordarle al creyente cómo debe rezar una determinada oración, ya que muchas oraciones nos cuentan historias.
1Ave María
Veamos la oración del Ave María. Parte de esta oración fue tomada del Evangelio de san Lucas cuando el arcángel Gabriel saludó a la Virgen al anunciar la encarnación del Verbo "Alégrate, llena eres de Gracia, el Señor está contigo" ( Lc, 1,28), y parte de esta misma oración encontramos en el saludo de su prima Isabel "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre" (Lc, 1, 42).
2Pequeño exorcismo de san Miguel
El Pequeño Exorcismo de San Miguel Arcángel nace de una experiencia mística con el Papa León XIII tras una aterradora visión de espíritus malignos sobre la ciudad de Roma: "San Miguel Arcángel defiéndenos en combate …".
3Padrenuestro
El Padrenuestro surge cuando Jesús responde a la petición de uno de los discípulos "Señor, enséñanos a orar, como también Juan Bautista enseñó a sus discípulos" (Lc 11, 1).
El Padrenuestro es una oración muy importante y única porque nos fue enseñada directamente de la fuente de todo bien: el Señor.
Oración de los pastorcitos de Fátima
La oración de los pastorcitos de Fátima , que hoy es conocida por los fieles, fue manifestada por un ángel antes de la primera aparición de María. Se dice que al presentarse a los niños, el Ángel de Portugal sostenía un cáliz con una hostia de la que goteaba sangre:
Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo,
os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con que Él mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón
y del Inmaculado Corazón de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
4He aquí la cruz de Cristo
La oración de liberación He aquí la Cruz de Cristo +, que se encuentra en el Exorcismo del Papa León XIII contra Satanás y los Ángeles Apóstatas (esta es una segunda oración de exorcismo, pero más extensa que el Pequeño Exorcismo de San Miguel), según la tradición popular habría sido entregada por san Antonio a una pobre mujer que buscaba una oración infalible para alejarla de la tentación del enemigo:
"¡He aquí la cruz de Cristo!
+ ¡Huye de las fuerzas enemigas!
El León de Judá ha vencido,
+¡La raíz de David! ¡Aleluya!" .
5Coronilla de la Divina Misericordia
La Coronilla de la Divina Misericordia comienza cuando santa Faustina aprende la oración de Jesús Misericordioso, habiéndose dirigido a ella a través de una voz interior:
"Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre,
el Alma y la Divinidad de Tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo,
en expiación por nuestros pecados y los del mundo entero".
Reza siempre
Finalmente, hay innumerables oraciones católicas que, en sus peticiones, expresan acontecimientos importantes y nos iluminan en las cosas de lo alto.
La oración, además de acercarnos a Dios y otorgar beneficios inconmensurables a nuestra alma, puede contarnos historias increíbles.
Por lo tanto, debemos orar en todas las situaciones y en todos los lugares como nos enseña san Pablo en Tesalonicenses 5,17: "Orad sin cesar".
Por Loo Burnett