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Ante la violencia, muchos promueven la paz a través de la educación, la actividad diplomática, la defensa de los débiles y de la justicia… La respuesta de los cartujos es sencillamente la oración, la unión a Cristo, la santidad. Lo explican en la siguiente entrevista a Aleteia los monjes de la Cartuja de Miraflores - fundados por san Bruno - en la ciudad española de Burgos.
Lucha contra la violencia
Aleteia: ¿Cómo luchan ustedes los cartujos contra la violencia?
Monjes: Como monjes exclusivamente contemplativos, no tenemos ninguna actividad, ni siquiera pastoral. Ni siquiera escribimos. Nuestra acción en la Iglesia es la oración. Siete veces al día elevamos las preces litúrgicas, de ellas, cuatro horas cantando.
En la Liturgia hay una parte de alabanza a Dios y otra de intercesión. En esta hay peticiones por todas las necesidades.
“Contra la violencia”, como se nos pregunta, se recitan estos versículos, tomados del salterio: “Haya paz y concordia entre todos los habitantes de la tierra. Haya paz dentro de tus muros Jerusalén, tranquilidad en tus palacios”.
Además de la oración litúrgica, cada cartujo, en la soledad de su celda, dedica mucho tiempo a hablar con su Huésped, el Señor.
Con Él comenta las noticias que del mundo le llegan, implorando al Señor ayuda para la humanidad en guerra.
Por otra parte, la Liturgia deja libre la Misa algunos días. Entonces los Cartujos cantan y ofrecen a veces la Misa votiva por la paz.
San Bruno y su enseñanza sobre la paz
Aleteia: ¿Cómo enseñó san Bruno a contribuir a la paz?
San Bruno nació en Alemania, pasó joven a Francia y ya mayor fue a morir a Italia. Pero nunca vivió en contexto o ambiente de guerra.
A pesar de eso, en una de sus cartas alude así a su monasterio: “Aquí concede Dios a sus atletas, por el esfuerzo del combate, la ansiada recompensa: la paz que el mundo ignora y el gozo del Espíritu Santo”.
Diríamos que su contribución a la paz fue ofrecer su fundación.
La mayor aportación
Aleteia: ¿Cuál creen que es la principal aportación de san Bruno?
Los monjes se retiran del mundo, pero en su monasterio comen, estudian, rezan, viven juntos. Los eremitas viven aislados, aunque próximos como los camaldulenses.
Los únicos que se aíslan del mundo en sus cartujas, y dentro de ellas se aíslan unos de los otros en sus celdas, y además, conviven fraternalmente en las fiestas, son los cartujos.
Esa concepción original, exclusiva, de la vida monástica es la aportación genial de san Bruno a la Iglesia.
Con una particularidad: todas las otras órdenes han tenido que ir adaptándose a los tiempos y en cambio la cartuja, además de durar ya nueve siglos, sigue siendo siempre la misma, por lo cual se dice: Cartusia nunquam reformata, la Cartuja no ha necesitado de reforma en siglos. Es el gran mérito de san Bruno.