A veces, cuando leemos las vidas de los santos, podemos desanimarnos, pues nos miramos a nosotros mismos y pensamos que estamos muy lejos de ser como ellos. en estas ocasiones, puede ser tentador pensar que nunca podremos llegar a ser santos porque no somos tan fuertes y valientes.
Lo mismo sintió santa Teresita de Lisieux, que no pudo ser misionera en tierras lejanas ni morir por la fe con una muerte gloriosa de mártir. En cambio, pasó sus días en un monasterio carmelita aislado, incapaz de realizar ninguna hazaña heroica.
En el siguiente video te compartimos un fragmento de su autobiografía, Historia de un alma, en el que relata cómo se sentía como un pobre pajarito en comparación con las “águilas” de los santos.