¿Te has preguntado alguna vez por qué, en una relación íntima, lo más difícil es llegar a un entendimiento mutuo? ¿Por qué repetimos una y otra vez las mismas discusiones esquemáticas? ¿Por qué cometemos el mismo error una y otra vez y caemos tan fácilmente en roles preprogramados?
¿Te resulta difícil establecer relaciones duraderas? ¿Cada vez que entablas una nueva relación prevés que acabará como siempre? ¿Es posible cambiar esta forma de pensar? ¿Es posible salir de la trampa de las decepciones repetidas?
Permítete ser tú mismo
Para construir una relación sana es fundamental ser consciente de la separación de la pareja. Si ésta es frágil o, peor aún, falta por completo, es difícil que la relación se desarrolle. La falta de desarrollo, a su vez, puede provocar estancamiento, esto implica que ambas partes se aferren a sus propias ideas sobre su pareja, creyéndolas verdaderas e incuestionables.
Estas percepciones están arraigadas en experiencias pasadas, los acontecimientos y las relaciones del pasado a veces se recrean inconscientemente en un momento concreto de nuestras vidas.
Por desgracia, al hacerlo, perdemos la oportunidad de aprovechar experiencias nuevas, frescas y buenas. La brecha entre las ideas que tenemos sobre nuestra pareja y la verdad sobre ella exacerba cierto mecanismo psicológico peligroso para las relaciones.
La “identificación proyectiva” consiste en fantasear sobre las emociones, los pensamientos y el comportamiento de la pareja, y proyectar estas fantasías en la pareja, la expectativa es -por supuesto- que él o ella las cumpla.
Con esto, pierden la oportunidad de conocerse de verdad. Es más, también se privan de la posibilidad de beneficiarse mutuamente de lo que hay de diferente y, por tanto, enriquecedor en la otra persona.
Podemos encontrarnos entonces ante una especie de paradoja: las parejas parecen estar juntas, conviviendo estrechamente, pero al mismo tiempo están distantes la una de la otra, y a veces incluso son extrañas.
Construir puentes en vez de agrandar abismos
De hecho, la tensión constante entre las necesidades o intereses propios y los deseos de la otra parte es inevitable en una relación. Las condiciones óptimas para el desarrollo de una relación se crean mediante la capacidad de moverse con fluidez entre la gratificación narcisista y la orientación hacia la relación.
Si nos ceñimos rígidamente y de forma exclusiva a nuestras propias razones, podemos crear una expectativa (más o menos consciente) de que la otra parte cumplirá las exigencias que le planteemos.
La relación se parece entonces más a un estira y afloja que a una relación amorosa; en este tipo de relación, ambos miembros de la pareja están condenados a una insatisfacción perpetua y a sentirse gravemente heridos. La relación se hunde en los bancos de las exigencias narcisistas mutuas.
Una forma de salir de la trampa de la frustración perpetua puede ser intentar tomar conciencia de los patrones relacionales internos. De hecho, solo reconociendo la propia contribución a la dinámica de la relación se puede invertir el círculo vicioso de decepciones repetidas.
Hoy celebramos a...