La Jornada Regional se llevó a cabo durante la primera semana de agosto en la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), donde Aleteia tuvo la oportunidad de conversar con algunos de los asistentes al encuentro, quienes compartieron las experiencias de sus países.
Al momento de evaluar las realidades por parte de los representantes, se comprueba de manera transversal un diagnóstico que tristemente se extiende por todos los países, desde el Conosur hasta la zona Camex: aumento de la pobreza, vulnerabilidad de las comunidades, injusticias sociales, falta de respeto a los derechos humanos, violencia exacerbada, con mayor afectación en las mujeres, redes de narcotráfico cada vez más extendidas y con mayor poder, asociadas al sicariato y trata de personas, migración forzada, altos índices de corrupción en todos los niveles y graves problemas de nutrición y salud mental, entre otros.
El duro legado de la pandemia
Al consultar a los participantes del encuentro sobre las causas en el recrudecimiento de estos flagelos de manera tan vertiginosa, la opinión es unánime: entre los estragos ocasionados por la pandemia del COVID-19, se encuentran todos los temas señalados, que interpelan y desafían con mayor fuerza el quehacer del área social de la Iglesia, con especial énfasis en promover una cultura por la Paz.
«Me duele mucho escuchar que estamos sufriendo por los mismos problemas, nos enfrentamos a enormes retos: hambre, desigualdad, falta de oportunidades; lo que representa un inmenso desafío para seguir luchando cada día en nuestra labor por otro mundo posible», comenta a Aleteia Katherine Leiva, coordinadora del equipo de Pastoral Social Caritas Paraguay.
«Cuando una forma de ver el mundo avasalla al otro, es ahí donde nosotros entramos desde la fe a construir la Paz. Las Cáritas de América Latina y el Caribe deben ser una artesana en esto. Somos el continente con mayor inequidad, con la tasa más alta de violencia en jóvenes y en las mujeres, que corren peligro a toda hora, en sus casas y cada vez que salen a la calle. Todavía estamos muy lejos de construir una Paz que nos lleve a soñar con que otro mundo es posible», expresa el padre Luis Carlos Aguilar, de Cáritas Costa Rica.
El rol de las mujeres en el camino de la paz
El trabajo que se realiza desde los equipos de las Cáritas con las diversas comunidades que forman parte de la Región, se basa principalmente en apoyar a las mujeres en un proceso de sanación y empoderarlas para ir caminando hacia nuevos modelos de sociedad, que lleven a disminuir la violencia y caminar hacia una cultura de la Paz.
Sobre esto, desde Paraguay Katherine Leiva agrega: «La mujer es la base de todo y cada día va tomando mayor protagonismo y esto debe ir en aumento. María fue una gran constructora de paz, alentó a los apóstoles a seguir luego de la partida de Jesús. Cada mujer desde dentro de nuestras Cáritas está cumpliendo un rol muy importante. Detrás de cada una de nosotras y de nuestro trabajo hay miles de rostros. Vemos con el corazón de mamá, de hija, de hermana, lo que nos hace ponernos en el zapato del otro, del que sufre, del que no tiene y de aquellos que luchan por La Paz».
Acciones concretas de la Iglesia
En el combate de esta aguda crisis que enfrentamos en la región, se han implementado diversas iniciativas. Es así como desde Catholic Relief Services (CRS) se trabaja la Plataforma Construcción de Paz, en Latinoamérica.
«Son diversos programas que contribuyen a la transformación de relaciones, lucha contra la impunidad, sanación personal, prevención de la violencia y el fortalecimiento de la cohesión social. Se construyen comunidades de práctica llamadas Caminando hacia La Paz, que permiten a la Iglesia católica cumplir su rol clave en este proceso», explica Ricardo Contreras, oficial de comunicación de la Plataforma.
El equipo responde al llamado a la acción de Fratelli Tutti del papa Francisco y busca crear sinergias y coordinar esfuerzos entre actores clave en América Latina y el Caribe. Hasta ahora la plataforma ha trabajado con mayor fuerza en México, República Dominicana, Colombia, El Salvador, Honduras, Guatemala y Bolivia; todos países que tienen como denominador común la violencia y en especial contra las mujeres.
«Desde el inicio de la Plataforma en 2019, se han generado los Grupos de Apoyo de Mujeres (GAM) que cuentan con 275 nuevas facilitadoras que están trabajando de manera virtual por toda Latinoamérica para incidir en la reducción de las tasas de violencia de la que son víctimas usando la metodología ¡Mujer, no estás sola!».
Sembrando esperanza
En Costa Rica, también se ha implementado un trabajo que está empezando a ser replicado en Mesoamérica y el Caribe, el cual busca extenderse a otros países de la región. Así lo explica el padre Aguilar:
«Estamos trabajando en masculinidades hacia una construcción de la paz, que consiste en deconstruir el modelo sobre el cual nos hemos formado como sociedades, donde intervienen factores culturales, económicos, políticos y religiosos que han permitido ciertos tipos de comportamientos. Estamos construyendo otra forma de relacionarnos, que promueve el respeto de toda persona en igualdad y dignidad de derechos. Buscamos que este trabajo no se limite solo a las mujeres, sino más bien, involucrar a los hombres, jóvenes, todos los miembros de la comunidad, que es lo que se necesita para obtener los frutos esperados».
«Me gustaría dejar un legado a mis hijos»
En Paraguay también se lleva a cabo un proceso importante, como comenta Katherine Leiva:
«Estoy cumpliendo un rol en la construcción de la paz, en transmitir a los hermanos por medio de nuestras obras para que conozcan al verdadero Jesús, que sepan que pese a todos los dolores que compartimos, Dios está ahí y se hace presente a través de cada uno de nosotros. Me considero parte del proceso y me gustaría dejar un legado a mis hijos. Es muy esperanzador para mí ver a tantas mujeres trabajando juntas, comprometidas en la lucha por un nuevo camino».
Al término del encuentro, los representantes de las Cáritas hermanas de América Latina y el Caribe renovaron su compromiso para continuar el trabajo diario por los más pobres y excluidos, por aquellos que no tienen voz y que claman por ser reconocidos y respetados como iguales, con énfasis en un trabajo colectivo, que permita enfrentar juntos los desafíos que se presentan en nuestro continente y caminar por una cultura de la paz y la no violencia.