Después de un año tan largo de trances, ¿te has preguntado cómo te encuentras? ¿Quieres saberlo realmente?Es ya un cliché que 2020 ha sido un año tristemente memorable: el coste de los confinamientos para las familias y las economías, la pérdida de seres queridos, el aislamiento, el miedo a contraer la enfermedad, ansiedad, depresión, división política… la lista es larga. Todo el mundo estaba deseando dejar 2020 atrás, con la esperanza de que 2021 augure mejores momentos. Después de un año tan largo de trances, ¿te has preguntado cómo te encuentras? ¿Quieres saberlo realmente?
Saber discernir la salud mental y emocional propias es importante. Sin embargo, como psicoterapeuta desde hace 35 años, he encontrado que las personas a menudo asocian el término “salud mental” solamente con la salud de la mente. En vez de esta visión, haríamos mejor en prestar atención a la salud mental y emocional juntas, ya que ambas están relacionadas y se influyen mutuamente.
Integridad psicológica
Quizás los cristianos hayan servido de ayuda al usar la lente de la “integridad psicológica” (concepto acuñado por mi padre, el psiquiatra católico Conrad Baars). Este concepto se basa en la antropología de santo Tomás de Aquino y describe con más acierto un equilibrio saludable entre sentir y pensar, cómo cada aspecto sostiene al otro y cómo, juntos, fortalecen a la persona. Lo que esto significa es que Dios diseñó nuestra naturaleza humana –cuerpo y mente– de una forma particular, para que pudiéramos honrar no sólo lo que nos dice la razón, sino también lo que nos transmiten nuestras emociones y sentimientos.
Como es natural, aunque las emociones tienen una función importante en nuestra felicidad –incluso para llegar a ser virtuosos–, esto no quiere decir que las emociones estén al mando. El ser humano es más que la suma de sus partes.
Las emociones –como todas las partes del cuerpo– tienen su lugar correspondiente en la vida de una persona. Esta verdad sobre la naturaleza humana puede servir como apoyo para la fe de una persona en un Dios de amor que nos desea lo mejor y que nos creó para desearle. Nuestros sentimientos y emociones, dirigidos a ayudarnos a darnos cuenta de aquello que nos atrae, pueden ayudarnos a percatarnos de todo lo que es bueno. También pueden guiarnos a conocerle a Él, nuestro Final Supremo en la vida, más profundamente.
Garantizar la salud
Entonces, ¿cómo abordamos el calibrado de nuestra integridad psicológica, de nuestra salud mental y emocional? Naturalmente, hay muchas formas disponibles para evaluar la depresión y la ansiedad. Lo que me gustaría proponer es una forma de reflexionar tanto sobre nuestro poder para razonar como sobre nuestras emociones: una forma de desarrollar nuestra integridad psicológica y, por tanto, un medio de garantizar nuestra salud mental y emocional.
El dogma principal de santo Tomás de Aquino en su psicología es el siguiente: está en la naturaleza de las pasiones –las emociones, por ejemplo– el ser guiadas por la razón. Esto significa que la razón escucha y tiene en cuenta lo que las emociones dicen; esto es, que la razón no ha de reprimir, ignorar o menospreciar las emociones.
Igual que los niños se desarrollan mejor cuando los padres tienen en cuenta sus sentimientos y responden razonablemente a ellos, según su nivel de edad, también pasa lo mismo con las emociones. Nuestras emociones requieren consideración y aceptación. Las emociones están diseñadas para surgir de forma natural y espontánea cuando una persona se ve motivada por una idea, por otra persona, por una experiencia, ya experimenten esto como algo agradable o desagradable, bueno o malo, útil o dañino. Pueden informarnos de una forma distinta de la razón.
Los extremos
En mi experiencia profesional, he encontrado que muchos católicos y otros cristianos que buscan asesoramiento van al extremo, ignorando sus sentimientos y emociones por completo. Declaran hacer esto por diversas razones.
Creen que no deberían sentir de cierta manera (como cuando se sienten enfadados, tristes, deprimidos, dolidos, molestos, ansiosos, etc.). Menosprecian sus sentimientos por motivos como “otros lo pasan mucho peor que yo”, o creen que deberían “tirar de fuerza” para salir adelante. Les han enseñado que las emociones los llevarán por el mal camino o que no son importantes, que simplemente deberían confiar en su fuerza de voluntad.
A veces incluso creen que algunos sentimientos y emociones son moralmente inapropiados en sí. En algunos casos, hay personas que declaran que nunca nadie les preguntó cómo se sentían con respecto a algo o les animó a soñar (¡porque no se iba a cumplir de todas formas!), así que no tienen ningún punto de referencia para sus experiencias internas. Durante su infancia, nunca abordaron o afirmaron sus sentimientos ni se les modeló su sistema de resolución de conflictos. Estas personas no eran conscientes de que es posible identificar y abordar sus reacciones emocionales de una manera razonable.
Por el contrario, en vez de discutir con nosotros mismos sobre si deberíamos o no permitirnos sentir nuestras emociones, empecemos por el hecho de que sentimos esto o aquello y, simplemente, permitámonos experimentar ese sentimiento. Quizás las emociones tengan algo que decirnos y a lo que no podemos llegar razonando. En esto consiste, simplemente, ser honestos con nosotros mismos, y no requiere ningún tipo de acción. Es mejor no hacer nada con nuestras emociones, ya que primero necesitamos familiarizarnos y acostumbrarnos con los sentimientos en sí mismos. Nuestras emociones son nuestras amigas, de un modo similar a que nuestros pies y manos son nuestros aliados para vivir nuestras vidas felizmente.
Calibrar nuestra salud psicológica
A estas alturas te estarás preguntando cómo nos ayuda todo esto a calibrar nuestra propia salud psicológica. Nuestra “temperatura emocional” es una herramienta sencilla pero poderosa para reconocer lo que nos sucede internamente. Luego, podemos reflexionar sobre qué acciones son las más razonables y prudentes como respuesta. Sin el equilibrio de sentimientos y razón, estamos bien a merced de nuestros sentimientos y emociones o bien totalmente desconectados de lo que transmiten y tenemos que funcionar únicamente a nivel de nuestra mente. En cualquier caso, la vida se vuelve mucho más difícil; es como respirar con un único pulmón.
De forma análoga, si las personas no son conscientes de lo que sienten en su cuerpo, o si siempre lo han ignorado, ¿qué podría pasar? En casos extremos, el apéndice de una persona podría explotar si ignorara el dolor, o podrían incurrir en lesiones si continúan presionándose sin consideración por el dolor que sienten (“siente cómo arden los músculos” o “silencia el dolor con tu voluntad”). De manera similar, pueden surgir problemas también cuando ignoramos nuestras emociones.
En efecto, dedicar tiempo a desarrollar nuestra integridad psicológica al identificar y ser conscientes de nuestros sentimientos físicos, además de nuestros estados emocionales, nos da una mejor idea de cómo nos afectan las cosas. Esta conciencia nos permite darnos cuenta de lo que queremos y lo que no queremos.
Atención recién encontrada
Con tiempo y práctica, esta atención recién encontrada hará que tomar decisiones sea más sencillo y menos misterioso. No tenemos que depender únicamente de la razón para resolver cuál es la acción “correcta”; eso puede ser agotador. Las emociones están presentes para dar información de forma diferente. Las emociones nos ayudan a ver si nos gusta algo o no, si las cosas son agradables o no.
Algunos lectores estarán pensando, bueno ¿y qué? Todavía tengo que apechugar y hacer ciertas cosas. Aunque es cierto que siempre habrá cosas que deberemos hacer a pesar de cómo nos sintamos, hacerlas solamente porque es nuestro deber es llevar una vida árida y triste. Cuando sea posible, tomar decisiones basadas en lo que deseamos y lo que nos atrae (suponiendo que sea de verdad bueno para nosotros y/o los demás) puede traer más alegría y aliviar las cargas de la vida. Afirmar cómo nos sentimos realmente puede traer alivio incluso en casos en los que tengamos que usar nuestra voluntad para alejarnos de lo que preferiríamos en pos de hacer algo difícil pero correcto.
El salmo 139 nos dice que el Señor nos hizo de forma “admirable” y “maravillosa”. El plan de Dios para nuestra integridad psicológica es ciertamente algo que podría suscitar gratitud en nosotros con nuestras esperanzas en el 2021.
La doctora Sue Baars es una consejera profesional titulada y terapeuta familiar y matrimonial en Irving, Texas (EE.UU.), donde ejerce en su consulta privada, In His Image Christian Counseling.
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