Persecución, discriminación y xenofobia. Los migrantes venezolanos sufren el peor escenario de su historia. Pero tras huir de la crisis humanitaria en su país, laboran en la nación de acogida, aportan al desarrollo y dan ayuda a su familia en Venezuela
José aún no alcanza la mayoría de edad. Pero trabaja en Perú y forma parte de los más de 850.000 venezolanos que llegaron entre 2017 y 2019. En esa nación, el 88% de los migrantes tiene empleo -casi todos en economía informal- y manda dinero a su familia en el país sudamericano.
Los montos varían tanto como la frecuencia. Cuatro de cada diez lo hacen cada semana, mientras que el 35% una vez al mes. El resto realiza aportes todas las quincenas. El 65% de inmigrantes con más de 14 años de edad destina remesas a Venezuela.
De acuerdo con estimados de Aleteia, envían de un tercio a un cuarto (70 a 80 dólares; 65 a 75 euros) de los casi mil soles de ingreso mensual (300 dólares, 270 euros) que reciben por 60 horas de trabajo semanales: 50% por encima de las 40 que en promedio labora un peruano en su país.
Las cifras se desprenden del estudio especializado “Inmigración venezolana a Perú: características e impactos macroeconómicos” del BBVA Research, de octubre 2019; un referente de investigación y análisis económico en diferentes países de América, Europa y Asia.
El informe destaca que del total de transacciones, el 87% son realizadas a través de una entidad bancaria y sólo el 13% lo lleva a cabo mediante personas independientes.
Mejoran la economía peruana
De acuerdo con el estudio, la inmigración venezolana ha modificado la oferta de factores productivos en la economía peruana. Y concluye que al haber mayor disponibilidad de mano de obra y capital humano generada por estos inmigrantes, el PIB potencial del país dio un salto.
Los resultados son claros y contundentes: “En 2018 el PIB potencial creció 4.4%, casi un punto porcentual” por arriba “de lo que hubiese aumentado si la inmigración de ciudadanos venezolanos no se hubiese dado”.
Advierte sin embargo que como los inmigrantes no fueron empleados de la mejor manera; es decir, en actividades para las que fueron educados o de modo formal, “su impacto positivo fue menor, en términos del PIB observado en comparación con el potencial”.
La llegada de venezolanos al Perú ha sido positiva igualmente para la recaudación del IGV, Impuesto a la Renta, entre otros, agrega el informe.
El estudio elaborado por economistas también recoge que un alto porcentaje de los venezolanos en Perú “se encuentra en edad productiva” y registra “un número de años de estudios más alto que el promedio de la población peruana”.
No obstante, la incorporación al mercado laboral local “no se ha dado en las mejores condiciones”. La informalidad es muy elevada, pues “gran parte de los inmigrantes no cuenta con permiso legal para trabajar”.
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El 60% no puede estudiar
BBVA Research apunta que hay casi 90 mil inmigrantes venezolanos “en edad formativa básica (de 3 a 16 años)”, de los que tan sólo el 40% asiste a centros educativos públicos y particulares.
Casi un tercio del total (31%) no tiene forma de acceder a la educación “debido a problemas económicos”, desconocimiento del sistema educativo (30%) o falta de documentos (22%). Aún así, actualmente se registran 23 mil alumnos de nacionalidad venezolana en el sistema de educación público del Perú.
Otro de los hallazgos del informe es que los inmigrantes venezolanos presentan mejor estado de salud que el peruano promedio. Una aseveración que toma en consideración el padecimiento de enfermedades crónicas. Sin embargo, destaca que el venezolano que se enferma “no está acudiendo a establecimientos de salud, porque no tiene dinero ni seguro”.
No reciben asistencia médica
La cifra va en aumento. Dos de cada diez migrantes tuvieron algún problema de salud, “pero no buscaron atención médica” en esa nación, por razones como xenofobia, discriminación o imposibilidad económica.
No es poca cosa si se lo contrasta con los resultados del informe de la Organización Internacional de Migraciones (OIM) analizado por Aleteia, según el cual, es precisamente la salud -en algunos casos más que el hambre- la razón de la huída de Venezuela hacia Chile y Perú.
Viven hacinados. Comparten la vivienda alquilada que habitan. El 41% está allí con dos o tres personas; en algunos casos, con cuatro. El grueso de los inmigrantes venezolanos se concentra en Lima, la capital del Perú.
Los inmigrantes tienen número superior de “años de educación sobre el promedio de la población peruana”. El análisis recoge data de la población con 15 años de edad o mayor. Refleja que un peruano cuenta con 10,5 años de estudios frente a 13,4 de un venezolano.
Sin embargo, el 89% de los trabajadores dependientes “no tiene contrato”, lo que les impide a los venezolanos acceder a un salario mínimo y condiciones básicas de ley; de ahí que trabajen 50% más horas a cambio del mismo ingreso o menor.
El 76% labora en empresas que cuentan con sólo 1 a 10 trabajadores, las cuales tienden a ser menos productivas, y también informales. El estudio tasa en 91% la informalidad.
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Ni seguro de salud ni beneficios
Advierte asimismo que el 97% de los venezolanos en Perú “no tiene seguro de salud otorgado por el empleador”, a pesar de que según la legislación local, las empresas deben brindarlo obligatoriamente a sus trabajadores.
Otra de las razones del complejo panorama derivado de la diáspora de Venezuela es que hasta la fecha, tan sólo el 3 por ciento cuenta con papeles académicos válidos. Un abrumador 97% no ha podido homologar su título universitario.
Conocido como Servicio de Estudios, el BBVA Research fue creado en el año 1932. Está conformado por economistas y lo dirige Jorge Sicilia. El grupo de investigación brinda informes y previsiones elaborados por un centenar de analistas repartidos en 10 países.
En su mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado de 2009, la Iglesia Católica recordó las palabras del Apóstol de los Gentiles y recogió una peculiar cita bíblica cuyo eco resuena hoy con total actualidad:
“Cuanto más unida a Cristo está la comunidad, tanto más solícita se muestra con el prójimo, evitando juzgarlo, despreciarlo o escandalizarlo, y abriéndose a la acogida recíproca” (cf. Rm 14, 1-3; 15, 7).