Los santos están en el cielo, gozando de la presencia de Dios, porque se esforzaron para vencer las tentaciones del mundo. Eso lo entendemos bien, pero nos cuesta creer que nosotros podemos también alcanzar la santidad.
La comunión de los santos
Dice el Catecismo de la Iglesia católica:
"¿Qué es la Iglesia, sino la asamblea de todos los santos?" (San Nicetas de Remesiana, Instructio ad competentes 5, 3, 23 [Explanatio Symboli, 10]: PL 52, 871). La comunión de los santos es precisamente la Iglesia.
En efecto, esta comunión de los santos se refiere a todos los que pertenecen a la Iglesia: los que aún peregrinamos en el mundo, los que se está purificando y los que viven en el cielo con Dios, que ya están glorificados.
Entonces, ¿quiénes son los santos?
Sin embargo, para los que aún luchamos en el mundo, la santidad nos parece algo inalcanzable, a pesar de que Jesús dijo a sus discípulos exactamente qué hacer. No se trata ni siquiera de morir como mártires, porque es una gracia especial que no todos podremos alcanzar.
Se trata de algo más sencillo: Amar a Dios y al prójimo, pero de manera práctica.
Eso lo entendieron bien los santos canonizados: vivieron el Evangelio. Algunos ni siquiera lo estudiaron, ni lo aprendieron o lo enseñaron.
Podemos recordar a santa Bernadette Soubirous, que reconocía que no sabía nada, simplemente rezaba el rosario con mucha devoción.
O a santa Jacinta y san Francisco Marto, sencillos pastores que no sabían leer ni escribir, pero ofrecieron sus vidas y aceptaron los sufrimientos que Dios quiso enviarles por amor al Papa y la salvación de los pecadores.
¿Cómo ser santos?
Conocer la voluntad de Dios en la actualidad es muy sencillo: cualquiera tiene acceso a Internet y puede buscar el Catecismo de la Iglesia, la santa Biblia y los documentos del Magisterio. No hay pretexto para aprender las enseñanzas de Jesús.
Pero lo más importante será esforzarnos día a día por vencer nuestros defectos, alejarnos del pecado y de las tentaciones y ayudar nuestros semejantes, y por supuesto, cultivar una profunda relación con Dios, porque sin Él será imposible alcanzar el cielo.
Y si tienes dudas, consulta los Evangelios de Mateo, Marcos Lucas y Juan.