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¿Quieres cambiar pero no puedes?

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María del Castillo - publicado el 20/06/19
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¿Has tirado la toalla y ya ni lo intentas? ¿Piensas que es imposible llegar a cambiar?

Hay cosas que no podemos cambiar de nosotros mismos, de quienes somos, de nuestra historia personal: como dice la conocida oración de la serenidad:

Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia (Reinhold Niebuhr).

Pero hay cosas de nuestra vida que uno sí puede (e incluso debe) cambiar, y sin embargo, es fácil tirar la toalla y resignarse. Esta actitud aparece cuando uno ha intentado algo en numerosas ocasiones y el resultado que ha obtenido es nulo o contrario a lo que buscaba. Eso crea en una persona la creencia de que nunca podrá cambiar, termina perdiendo la sensación de ser dueño de si mismo y eso, puede llevarle a hundirse y desmotivarse. 

¿Crees que hay algún ámbito de tu vida donde te reconozcas así? Por ejemplo, aprender un idioma, ponerte en forma, dejar algún mal hábito o quizás, cambiar algo de tu personalidad que te hace sufrir o que hace sufrir a los demás. 

Cuando llegas a creerte que nada de lo que haces sirve, y optas por una actitud derrotista, has llegado a generalizar un miedo concreto elevándolo a la categoría de lo inalcanzable. El problema no es que te des cuenta de que no puedes cambiar determinadas cosas, sino creer que eso es lo que sucederá siempre.


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Esta creencia no es innata, sino aprendida y, por tanto, puede ser modificada. Para ello hay que ser conscientes de la realidad y aprender nuevas formas de comportamiento que ayuden a resolver los problemas y sentir uno es capaz de cambiar y de ser dueño de si mismo.

Circunstancias de la infancia que han podido fomentar esa actitud:

  • Castigos reiterados: se ha demostrado que aquellos que han estado expuestos a sanciones repetidas e inevitables poseen una sensación de impotencia, incapacidad y confusión para saber mejorar sus circunstancias y enfrentarse a retos en su vida adulta.
  • Excesivo control: vivir en un entorno excesivamente controlado, donde los padres sobreprotegen al niño (“déjame a mi que tú no puedes”), no dejándole experimentar y aprender las consecuencias de sus actos, da lugar, en muchos casos, a adultos con una baja autoestima y autoconcepto.
  • Actos impredecibles: la ausencia de un orden lógico entre la conducta del niño y las respuestas de otros, por ejemplo, humillaciones y abusos impredecibles en el colegio, potencia en el adulto un actitud huidiza ante las dificultades.

¿Qué puedo hacer diferente a lo que hago?

  1. Obsérvate desde fuera y reconoce en qué áreas te sientes así: en el trabajo, en situaciones de mucha presión, nuevos retos… Sé honesto, no te engañes ni te justifiques.
  2. Piensa y escribe en qué áreas sí tienes el control y ves resultados: levantarte todos los días, la limpieza, las comidas, el deporte… Esto te va a permitir tener las riendas y ser consciente de tu capacidad para hacerte responsable de los hechos que te pasan.
  3. Aumenta la complejidad de los actos, te ayudará a generar más recursos y ser consciente de que lo más sencillo lo pudiste resolver.
  4. Renueva tu repertorio de frases, sustituye “para qué intentarlo si no sirve…” por “soy capaz, hay cosas que sí estoy haciendo bien…”. Háblate de otra forma, quiérete cuando te hables. Recuérdate las situaciones que ya están cambiando en tu vida.
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