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Hijos bien educados y felices

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Javier Fiz Pérez - publicado el 24/11/17
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La educación positiva de los niños. A finales del siglo XX, y gracias a Seligman, la psicología se dedicó a estudiar fenómenos que hasta entonces habían estado relegados a un segundo plano, tales como la creatividad, la felicidad, la inteligencia emocional. Esta corriente ha impregnado la Psicología del siglo XXI llegando también a la educación, ofreciendo sugerencias concretas sobre cómo educar a los hijos.


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¿Qué es el soporte conductual positivo y cómo lo podemos aplicar en la educación de nuestros hijos?

La esencia de este nuevo enfoque es la educación a través de técnicas más positivas que creen un clima de bienestar en casa, un clima que estímulo a nuestros hijos para portarse bien y dar lo mejor de sí mismos.

Para lograrlo hay que tener paciencia y ser flexibles para facilitar sus aprendizajes. Darles las herramientas para que formen su identidad y su autoestima. Significa sobre todo, basar la educación en los esfuerzos que hacen, evitando los gritos y castigos innecesarios y dando siempre preferencia a los refuerzos positivos y a los premios sobre todo no materiales. Que aprendan a portarse bien por el sentimiento de bienestar que eso les genera. Esta es la base para educar con eficacia y exigencia la mismo tiempo garantizando calidad de vida  serenidad en el clima familia


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Cuando usamos técnicas de refuerzo negativo basamos nuestra atención en las cosas que el niño/a hace mal y dejamos de responder a las cosas que hace bien. Las buenas motivaciones y el afecto son el mejor modo de educar a los hijos.

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Photo by Thiago Cerqueira on Unsplash

Siete principios básicos para potenciar la educación en positivo

1. Ante todo conocer, proteger y dialogar. La educación en positivo exige paciencia y esfuerzo. Está basada en tres premisas:

  • Conocer y entender a los niños y las niñas: Cómo sienten, piensan y reaccionan según su etapa de desarrollo
  • Ofrecer seguridad y estabilidad: Los niños y las niñas tienen que confiar en sus padres, sentirse protegidos y guiados
  • Optar por la resolución de los problemas de manera positiva, sin recurrir a castigos físicos, gritos, amenazas o insultos.

2. Potenciar siempre el vínculo afectivo con los hijos. Son lazos invisibles pero de gran intensidad emocional que se crean entre el niño o la niña y sus padres o cuidadores, desde el momento mismo del nacimiento. Definen la relación entre ambos y tienen una influencia decisiva en el desarrollo de los niños y las niñas, en su personalidad y su autoestima. Es ese vínculo el que proporciona al niño o a la niña seguridad.

3. Hacer que los hijos se sientan queridos demostrando el afecto abiertamente. Los niños necesitan verlo sentirse amados para sentirse seguros. Las demostraciones expresas de amor son importantes: besos, abrazos, halagos, sonrisas. No hay nada más gratificante para un niño o una niña que sentir que es importante para sus padres y que estos están orgullos de él o ella. El afecto se manifiesta también mostrando interés por lo que los niños y las niñas sienten y piensan, dedicándoles tiempo.

4. Definir bien las normas y los límites para incrementar la seguridad de los hijos. Son tan necesarias para el desarrollo emocional, cognitivo y social como el afecto. Las normas deben ser claras, sencillas y estables, y servir para facilitar la convivencia familiar y la vida en sociedad. Es necesario que se acompañen de una explicación coherente, que los hijos puedan comprender.

5. Involucrar a los hijos en el proceso de toma de decisiones. De este modo es más fácil que las comprendan y acepten. Todos los miembros de la familia están más motivados a la hora de cumplir las normas si estas han sido habladas y consensuadas. Se pueden conseguir así decisiones más creativas y que sean percibidas como justas. Los niños y las niñas desarrollan una buena autoestima, confianza en sí mismos y sentido de la responsabilidad.

6. Recordar que las sanciones son inútiles si no son apoyadas por verdaderas motivaciones. Lo importante es que las sanciones sean claras y proporcionadas y sobre todo que no tengan la finalidad de frustrar o humillar a los menores sino de ayudarles a recordar que los comportamientos tienen consecuencias concretas en la vida. No todo error necesita una sanción. A veces es más difícil dedicar tiempo a explicar lo sucedido y se prefiere sancionar sin darse cuenta que la humillación no propicia comportamientos positivos. Por otra parte es importante que los hijos sepan que existen las sanciones en casa, como existen en la vida real.

7. Dedicar tiempo y atención a los hijos. El diálogo es necesario para que los hijos sientan seguridad y serenidad. Hijos serenos y con buenas bases afectivas gozan de una buena base humana para lo que será la futura adolescencia.

Esto es educar en positivo, evitando el castigo y entendiendo que los niños están aprendiendo y necesitan nuestra guía para hacerlo bien. Aprender algo nuevo requiere tiempo. Debemos ser pacientes y confiar en los inmensos beneficios de saber estimular los hijos con el amor y el dialogo.

Llena sus días de buenos momentos, de muestras de amor, de aplausos por sus buenas conductas y verás como ellos responden mejor, aprenden antes y son más felices.

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