Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
A menudo imaginamos a los santos como criaturas de otro mundo, etéreas, que no piensan más que en el cielo, que se privan constantemente de comida y que nunca ven la luz del día porque pasan la mayor parte del tiempo rezando en oscuras celdas.
Por lo demás, siempre se les representa pálidos y demacrados…. Y para algunos de ellos quizás sea cierto.
Sin embargo, otros santos manifestaron una gran alegría al gozar de su salud y su buena condición física – tanto en excursiones en el campo como haciendo deporte o interesándose en el arte de cuidar al prójimo.
Estos cinco santos son la prueba de que se puede ser una persona espiritual sin olvidar el propio cuerpo. Se diría que la buena salud física y la salud espiritual tienen mucho que ver.
Juan Pablo II es un Papa muy querido, celebrado por levantarse contra el comunismo y por haber arrastrado a multitudes inmensas en todas las latitudes, durante las JMJ.
Pero nadie ignora que era también un atleta consumado, al que le encantaba partir con la mochila a los hombros a acampar en la montaña (donde un kayak al revés servía como altar para la misa), o bajar por las pendientes nevadas con los esquíes.
Amaba tanto el deporte que a menudo hizo discursos a diferentes equipos deportivos (en su mayor parte son accesibles en el sitio internet del Vaticano, porque el tema no era hablar de sus equipos favoritos, o de la alegría de la victoria, sino meditar sobre el sentido de la actividad física).
Juan Pablo II estaba convencido de que en el hombre, el cuerpo y el alma estaban íntimamente unidos.
Esto fue lo que dijo en su discurso a la selección italiana de fútbol, que se puede considerar una de sus mejores intervenciones sobre el tema. Habló así a los jugadores:
Pier Giorgio nació en Turín en 1901. Murió prematuramente tras contraer la poliomielitis.
Fue un duro golpe para quienes le rodeaban, porque antes de esta enfermedad repentina era la imagen misma del joven que rebosa salud.
Le gustaba en particular el deporte al aire libre, y pasaba muchos días caminando, esquiando y escalando montañas. Era un buen escalador, e iba casi siempre muy por delante de sus compañeros.
Partía siempre con un rosario en un bolsillo y una pipa llena, preparada para encender al llegar a la cima.
Hay una foto muy conocida de Pier Giorgio escalando una montaña un mes antes de su muerte. Por detrás había escrito: "Hacia lo Alto”.
¡Qué hermoso eslogan! Se aplica al deporte, a la búsqueda del bienestar, a la espiritualidad, a la alegría… en todo lo que hagas, aspira a subir a las alturas.
Hildegarda nació con la llegada del siglo XII. Se la considera la primera mujer médico y botánico alemana.
Cuando aún era joven, Dios la hizo partícipe de visiones místicas que el Papa le pidió que revelara para que pudieran ser compartidas con los demás -cosa que la hizo muy famosa.
Esta mujer de gran inteligencia escribió un cierto número de obras sobre una gran variedad de temas. Una, en particular, es muy conocida y trata de plantas medicinales y de naturopatía.
Conocida como Liber subtilitatum (o “Libro de las sutilezas de las criaturas divinas”), esta obra es un tratado que describe plantas y animales, además de sus usos medicinales.
La santa preconizaba, por ejemplo, el uso de tanaceto para "luchar contra el exceso de humores fluidos: quien sufra de catarro o de tos debería tomar tanaceto".
Evidentemente, nadie volvería a una época en la que la medicina estaba menos desarrollada que hoy.
Pero los métodos de Hildegarda constituyen los fundamentos de un conocimiento, en materia de salud y de cuidados, que entonces estaba en plena expansión.
Aún hoy, muchos se apoyan en su conocimiento de las plantas medicinales para cuidarse.
Hildegarda no sólo tuvo visiones y estados de éxtasis: también se interesó por las ciencias naturales, por las cuestiones relacionadas con la salud y el bienestar, y en esto fue una mujer realmente extraordinaria.
Con su Evangelio y con los Hechos de los Apóstoles, san Lucas ha participado en la composición del libro más grande de todos los tiempos. Pero su actividad principal no era escribir, pues era médico…
Su profesión no era un secreto, y aunque en los evangelios no lo diga directamente, hay signos que lo muestran.
Por ejemplo, cuando cuenta la célebre historia del camello que tiene que pasar por el ojo de una aguja, utiliza un término que designa específicamente una aguja usada por los cirujanos, no una aguja cualquiera.
Cuando describe a la mujer hemorroísa que pide curación a Jesús, no duda en criticar a sus colegas, con un inciso en el que cuenta que ella "había gastado sus bienes en médicos, sin que ninguno pudiera curarla".
Una vez más ironiza sobre los médicos cuando recuerda que Jesús citó un célebre proverbio: "¡Médico, cúrate a ti mismo!".
El interés de san Lucas por la medicina y por las cuestiones de la salud es evidente. Pero él comprendía que la salud va más allá de la ciencia médica. Cuando habla de curación, está claro que habla al mismo tiempo de curación física y espiritual.
Cosme y Damián eran unos gemelos que vivieron en el siglo III. Ambos estudiaron medicina y la ejercieron en Siria, de manera casi futurista.
De hecho, la leyenda cuenta que aplicaron una nueva pierna a un paciente para sustituir su pierna enferma, en el que se considera el primer trasplante de órganos.
Practicando la medicina, ambos hermanos deseaban ser instrumentos de curación para los que sufrían.
El dinero no tenía importancia para ellos, les llamaban “los anargyroi” (los sin dinero), porque no aceptaban pago por sus prestaciones.
Se les considera los santos patronos de los donantes de órganos y de los cirujanos. Son la prueba de que la atención a los demás pasa especialmente por su bienestar físico.