Llamado de Francisco a los cristianos y a toda la humanidad para ser honestos en la vida pública y comprometerse a favor de la paz. Hay que responder a la «astucia mundana con la astucia cristiana, que es don del Espíritu Santo», aconsejó el Papa durante el Ángelus en la Plaza San Pedro. Hay que alejarse del «espíritu y de los valores del mundo, que tanto le gustan al demonio, para vivir según el Evangelio».
La mundanalidad se manifiesta «con actitudes de corrupción, de engaño, de sometimiento, y constituye el camino más equivocado, el camino del pecado, porque uno lleva al otro, es como una cadena, aunque, es cierto, es el camino más cómodo, generalmente». Por el contrario, «el espíritu del Evangelio exige un estilo de vida serio, serio pero alegre, lleno de alegría, serio y comprometido», caracterizado por «la honestidad, rectitud, en el respeto a los demás y a su dignidad, en el sentido del deber». Esta es la astucia cristiana, según Papa Francisco. «Hoy Jesús nos invita a hacer una elección clara entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción y de la avaricia y aquella de la rectitud y del compartir. Alguno se comporta con la corrupción como con las drogas: piensa de poderlas usar y dejarlas cuando quiere. Se comienza con poco: un manojo de aquí y una coima de allá… Y entre esta y aquella lentamente se pierde la libertad. También la corrupción produce dependencia, y genera pobreza, explotación, sufrimiento. ¡Y cuántas víctimas existen hoy en el mundo! ¡Cuántas víctimas de esta difundida corrupción!», exclamó el Pontífice.
«En cambio —explicó-, cuando buscamos seguir la lógica evangélica de la integridad, de la transparencia en las intenciones y en los comportamientos, de la fraternidad, nosotros nos convertimos en artesanos de justicia y abrimos horizontes de esperanza para la humanidad. En la gratuidad y en la donación de nosotros mismos a nuestros hermanos, servimos al amo justo: Dios».
Después el Pontífice recordó que el próximo martes 20 de septiembre viajará a Asía para participar en el encuentro interreligioso, a 30 años del primero que convocó san Juan Pablo II. «Invito a las parroquias, las asociaciones eclesiales y a todos los fieles de todo el mundo a vivir ese día como una Jornada de oración por la paz. Hoy más que nunca necesitamos paz, por esta guerra que está por todas partes en el mundo».
Después invitó «siguiendo el ejemplo de San Francisco, hombre de fraternidad y de mansedumbre, estamos todos llamados a ofrecer al mundo un fuerte testimonio de nuestro común empeño por la paz y la reconciliación entre los pueblos. Así, el martes, todos unidos en oración; que cada quien se tome el tiempo que quiera, pero todos unidos por la paz».