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Dios se nos muestra constantemente, pero a veces no lo percibimos. Sin embargo, podemos pedirle que podamos descubrirlo en todo, también en los cambios de estaciones, en la naturaleza, explosiva o decadente. Para eso es esta bella oración de otoño:
Haznos ver, Señor,
tu rostro de luz
en la frialdad de la mañana,
en el canto del arroyo,
en el grito del otoño.
Haz brillar, Señor,
tu rostro de fuego
en la bruma de los lagos,
en el cuerpo de los árboles,
en la piel de las rocas.
Alza, Señor,
tu rostro de Pascua
en el pasar de las horas,
en la marcha de los días,
en la danza de las estaciones.
Haz brillar, Señor,
tu rostro de bondad
sobre la lluvia del mediodía,
sobre la roya de las hojas,
sobre la migración de las aves.
Haz brillar, Señor,
tu rostro de paz
por el murmullo de las cosas,
por la música de los silencios,
por la sonrisa de las palabras.
Haznos caminar, Señor,
a la luz de tu rostro
hacia las plazas de Jerusalén,
hacia los caminos de eternidad,
hacia la casa de nuestro Padre
Jacques Gauthier, Prières de toutes les saisons, p. 161-162