13 años tenía Eulalia cuando se enfrentó al prefecto de Barcino (la actual Barcelona), en tiempos de Diocleciano, para echarle en cara su encarnizamiento con los cristianos. Y a 13 muertes distintas la condenó el despiadado gobernante para castigar su atrevimiento.
Azotes, potro, garfios, fuego, cal viva, crucifixión... ninguna tortura pudo doblegar a aquella joven patricia. Cuentan que expiró mientras de su boca salía una paloma volando directa al cielo.
La joven vivía con sus padres en lo que ahora es el popular barrio de Sarrià, en Barcelona.
Y el suyo es uno de los muchos casos de mártires, de Lorenzo a Fructuoso, que honraron a la naciente Iglesia española.
De aquellos tempranos procesos no queda mucho, y lo que hay está rodeado de leyendas.
La sorprendente entereza de una niña
Uno de los biógrafos de la santa, el padre Ángel Fábrega, narra el martirio de la niña subrayando la increíble entereza a pesar de su edad. Y pone en su boca palabras como estas contra su perseguidor:
"Yo soy Eulalia, sierva de mi Señor Jesucristo, que es el Rey de los reyes y el Señor de los que dominan: por esto, porque tengo puesta en Él toda mi confianza, no dudé siquiera un momento en ir voluntariamente y sin demora a reprochar tu necia conducta, al posponer al verdadero Dios, a quien todo pertenece, cielos y tierra, mar e infiernos y cuanto hay en ellos, al diablo, y lo que es peor, que quieres obligar a hacer lo mismo a aquellos hombres que adoran al Dios verdadero y esperan conseguir así la vida eterna.
Aquel a quien invoco está aquí junto a mí; y a ti no es dado el verle porque no lo mereces por culpa de tu negra conciencia y la insensatez de tu alma.
Él me alienta y conforta, de manera que ya puedes aplicarme cuantas torturas quieras, que las tengo por nada"
La nieve en su ayuda
Tras la muerte de Eulalia, su cuerpo permaneció colgado en la cruz para que lo devoraran las aves de rapiña.
Pero cuenta la leyenda que cayó una nevada que preservó sus restos, y que sus familiares pudieron recuperar el cuerpo y enterrarlo con todos los honores.
Sus restos fueron llevados a la catedral en el año 878, y desde 1868 es oficialmente patrona de la ciudad.