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San Francisco de Asís abrazó la pobreza por el Evangelio

SAINT FRANCIS
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Maria Paola Daud - publicado el 04/10/14 - actualizado el 03/10/25
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El Evangelio inspiró a san Francisco de Asís a imitar al pie de la letra lo que Jesús pedía, por eso abrazó la pobreza con alegría y entrega absoluta

Francisco era un joven despreocupado, hijo de un conocido comerciante de la pequeña ciudad de Asís, Pedro de Bernardone. Su madre se llamaba Pica Bourlemont. Llevaba una vida mundana y soñaba con ser un gran caballero militar lleno de glorias.

Y por eso aprovechando su bienestar económico no dudó en intentarlo, solo que Dios tenía una gran misión para él: lo necesitaba para “reconstruir su Iglesia”.

Al nacer -algunas fuentes aseguran que fue en 1182- fue bautizado con el nombre de Juan, pero como su padre solía ir a Francia por trabajo, lo llamaron Francisco (el francés).

La opción de ser pobre como Cristo

Su padre esperaba que su hijo continuara con la empresa de familia. Pero Francisco había decidido ser pobre entre los pobres y vivir sólo para predicar el amor de Dios.

Este “llamado” lo tuvo después de enfermarse gravemente, cuando cayó prisionero tras haber participado en la batalla entre Asís y Perugia. Convaleciente en su lecho, oyó una voz celestial que le exhortaba a “servir al amo y no al siervo”.

La desilusión de un ideal al que aspiraba y la visión que tuvo al estar enfermo, provocaron en el joven Francisco una gran crisis.

De regreso a su ciudad comenzó a buscar refugio en el silencio del bosque. Se volvió más reservado, solitario y taciturno, pero también más atento a las necesidades de los demás y más generoso con los pobres.

Un día vagando por el campo en busca de tranquilidad interior, se encontró con un leproso y superando el rechazo instintivo provocado por el fuerte olor de las llagas, lo abrazó, lo besó y le entregó el dinero que poseía.

En la iglesia de san Damián

krzyż San Damiano w Bazylice św. Klary w Asyżu

El fin de su crisis lo encontró a los pies de la Cruz en la iglesia de san Damián. Allí nuevamente escuchó una voz que le decía: “Repara mi casa que está en ruinas”.

Francisco con una alegría indescriptible en el corazón, se puso manos a la obra para reparar la capilla, sin comprender que Dios le pedía cumplir una obra más grande: reparar su Casa, la Iglesia. Pero no tardó en comprenderlo. Del año 1209 al 1224, Francisco se dedicó a predicar el Evangelio. A él se unieron varios discípulos a los que llamaba “frailes”, es decir, “hermanos”, iniciando la Orden Franciscana.

Luego dio la bienvenida a la joven Clara y con ella nació la Segunda Orden Franciscana.

Más tarde fundó una Tercera Orden para aquellos que deseaban vivir como penitentes, con reglas adecuadas para los laicos.

Murió reposado, como él quiso, en la tierra desnuda, la noche del 3 de octubre de 1226 en la iglesia de Santa María de los Ángeles en Asís.

Fue canonizado por el papa Gregorio IX el 16 de julio de 1228, siendo uno de los procesos de canonización más rápidos de la historia.

El papa Pío XII lo proclamó a él y a santa Catalina de Siena patronos primarios de Italia el 18 de junio de 1939.

Los restos del “Pobrecito de Asís” se veneran en la basílica dedicada a él en Asís.

Patronazgo

San Francisco de Asís vivió el Evangelio en cuerpo el alma. Todo a su paso tenía aroma a luz nueva, renovada en el amor a Cristo. Sin duda con Francisco se renueva no solo la Iglesia, sino que comienza un nuevo mundo, un mundo en continuo diálogo con el Creador, un mundo de eterna fraternidad, que es solidaridad y generosidad con el más pobre.

San Francisco es patrono de Italia, de los animales, del medio ambiente, de los comerciantes, de los poetas y de las órdenes franciscanas.

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