Rémi Brague: Queremos lo que se quiere que queramos, y además no hacemos todo lo que queremos: el libre albedrío debe ser liberado
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“Hacer todo lo que se quiere, es un gran quehacer”, bromea el profesor Rémi Brague dirigiéndose a los que tienen la idea “barroca” de creer en la completa libertad de la voluntad.
Regresando atrás en los siglos de la filosofía y la espiritualidad occidental, el premio Ratzinger 2012 de teología pone definitivamente en duda la existencia de un libre albedrío autónomo y soberano.
Le viene espontáneamente a la mente el ejemplo de san Pablo que, recuerda, no alcanza a hacer el bien que conoce y aprueba, sino, por el contrario, persiste en hacer el mal que le repugna.
En este sentido, el apóstol de las naciones ya hacía eco al pensamiento de los poetas paganos, sobre todo de Ovidio. Lo que describe San Pablo es “la experiencia fundamental de la debilidad de la voluntad”, afirma Brague.
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A la pregunta ¿cuál es el aporte del cristianismo al amplio problema puesto por el libre albedrío?, Rémi Brague considera que el cristianismo tiene el mérito de haber admitido “con valentía” que nosotros no hacemos en realidad todo lo que queremos.
Es así como responde a los que pretenden hacer todo lo que quieren: “Nos ilusionamos cuando se dice “hago todo lo que quiero”.
En la mayor parte de los casos, somos pasivos. En otras palabras, queremos aquello que se quiere que queramos. Ese “aquello” puede ser una multitud de cosas. Puede ser la publicidad. El caudal del tiempo o también la educación recibida…”.
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Aun así la causa del libre albedrío no está perdida, de acuerdo a lo que dice el vencedor del premio de la Fundación Ratzinger.
Hay una alternativa a esta predestinación, y esto significa que para existir, el libre albedrío debe ser liberado. En ello está la fuerza del cristianismo: nos hace admitir que necesitamos de ayuda para ser libres. A esta ayuda le llamamos Gracia y es precisamente esta la experiencia humana fundamental.
Rémi Brague por su parte retoma la expresión luterana de “siervo albedrío” (aclarando que no comparte absolutamente la concepción luterana de la cuestión del libre albedrío), que establece la dependencia de la voluntad humana frente a la Gracia de Dios, sola y única vía hacia la verdadera libertad.
La libertad, en consecuencia, es un don que recibimos de Dios, no es autónoma, y es precisamente lo que el filosofo nos quiere decir cuando recuerda que nuestro libre albedrío, para ejercerlo, necesita ser liberado.
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Puede ver aquí la conferencia del profesor Rémi Brague en Roma sobre las raíces bíblicas de la idea occidental de la libertad.
Traducción realizada por Ary Waldir Ramos Díaz