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Fecundación in vitro, ¿qué tiene de malo?

EGG

Elena Pavlovich - Shutterstock

Patricia Navas - publicado el 08/06/12 - actualizado el 10/03/23

La infertilidad lleva a muchas personas a recurrir a la FIV para tener el buscado hijo. La Iglesia desde el principio se ha opuesto a esta práctica. ¿Por qué?

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La fecundación in vitro (FIV) de un embrión humano tiene lugar fuera de la unión íntima de los cuerpos de su padre y su madre, con la intervención de terceras personas (médicos, embriólogos,…). La identidad de esa persona está marcada desde el inicio por la técnica.

La vida humana es medida y seleccionada en un laboratorio siguiendo parámetros de «normalidad» y de bienestar físico a través del diagnóstico preimplantacional.

Los procesos dejan millones de «embriones sobrantes«. Muchos son destruidos, otros congelados, algunos se usan como material de investigación.


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El aborto, daño colateral

Actualmente, las implantaciones múltiples para paliar las dificultades de nidificación en la placenta del útero están autorizadas en algunos países.

Y en caso de éxito, se suele proponer entonces una «reducción embrionaria» por aborto selectivo para no dejar que se desarrolle más que uno de los dos fetos.




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Por otra parte, la FIV puede afectar a la salud del hijo. Y también a la de la madre, e incluso poner en peligro su vida.

¿Dónde está mi padre?

Específicamente la FIV heteróloga (es decir, con ovocitos o esperma procedentes de terceros o de donantes anónimos) lesiona gravemente el derecho del niño a tener un padre y una madre. Y contradice el sentido del propio matrimonio.

La infertilidad causa mucho sufrimiento a las parejas, pero no existe el derecho a tener hijos.

Sí en cambio el derecho del hijo a ser procreado, en el respeto de su dignidad, en un acto de amor de sus padres.

La propia conciencia debe responder a un «objetivo» –el bien del niño por nacer- y no al «subjetivismo» -la satisfacción del deseo de tener un hijo- aunque sea legítimo.

La Iglesia se inclina por otras técnicas menos invasivas, como la naprotecnología, los tratamientos hormonales y determinadas inseminaciones artificiales en el útero.

Y anima a la ciencia a seguir buscando soluciones que respeten la dignidad del ser humano.


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No se opone a la FIV y a otras técnicas porque sean «artificiales» (Dignitatis Personae – 2ª parte § 12). Lo hace cuando atentan contra la dignidad del ser humano.

Porque una persona debe existir como fruto «gratuito» del acto que sella el amor de sus padres.




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Tags:
bioeticafamiliafecundación in vitrofertilidadinfertilidadmujer
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