"Es el gran secreto de ser infatigable como un niño.
De tener como un niño esa fuerza en las piernas.
Esas piernas nuevas, esas almas nuevas
Y de recomenzar todas las mañanas, siempre nuevo"
Charles Péguy, en Le porche du mystère de la deuxième vertu (El pórtico del misterio de la segunda virtud), mostraba claramente la gracia de conservar el alma de un niño a pesar del paso de los años. Los Frailes Menores Capuchinos de la Provincia de san Agustín, en Washington DC, dieron un refrescante ejemplo de ello con un video publicado en su cuenta de Instagram el 10 de enero.
La nieve recién caída ha dado lugar a una locura entre los frailes que solo puede hacer sonreír: con un buen humor contagioso, los frailes corren por una pendiente nevada boca abajo, con los brazos en forma de estrella, en trineos improvisados con… trozos de cartón.
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Resbalar, rodar y taclear, sin olvidar una buena pelea de bolas de nieve: los capuchinos se lo pasaron en grande. Fue un despliegue de alegría pura y dura, que no dejó de divertir a los creyentes en las redes. "¡Señor, danos muchos sacerdotes santos y alegres!", bromeaba uno. "Los chicos siempre son chicos, sea cual sea su vocación", escribió alguien más.
Una alegría desbordante que san Francisco de Asís debió de contemplar sin duda con ojos divertidos, pues se convirtió en el santo de la "perfecta alegría": el hombre apodado el Pobrecillo nunca dejó que la tristeza guiara sus pasos.
Al contrario, san Francisco es conocido por su incesante alabanza a su Creador. "Bienaventurado el religioso que solo se complace y goza en todo lo que ha hecho el Señor, y que se sirve de ello para llevar a los hombres al amor de Dios con toda alegría", habría dicho a sus hermanos en sus amonestaciones (admonición 21).