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¿Irse o quedarse? Una vez más atrapada en su propio territorio, prisionera de un conflicto interminable en el que su voz no cuenta, la minoría cristiana de Siria duda. Tras la caída del régimen de Bashar Al Assad el domingo 8 de diciembre, lo único que sigue siendo incierto es el futuro. "Aquí no sabemos muy bien qué pensar. Estamos en un estado de total incertidumbre e inseguridad", cuenta a Aleteia Francia una monja sobre el terreno. "La situación es muy tranquila, ya no hay combates", declara a nuestra redacción francesa el padre Jacques Mourad, arzobispo de Homs.
Una semana antes, la ofensiva relámpago dirigida por una coalición de grupos rebeldes de la provincia de Idlib (noreste de Siria) derrotó al ejército sirio y tomó el control total de la ciudad de Alepo con una facilidad desconcertante, antes de provocar la huida a Rusia del líder Bashar Al-Assad y de toda su familia.
Esta coalición está liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS): esta organización, catalogada como terrorista por Estados Unidos y Naciones Unidas, es una antigua filial de Al Qaeda con la que el líder de HTS, Abu Mohammed Al-Jolani, ha afirmado en repetidas ocasiones haber roto lazos.
Sin embargo, en marzo de 2021, Le Parisien informó de que uno de sus miembros estaba en contacto con el terrorista islámico de origen checheno Abdoullakh Anzorov, que asesinó al profesor Samuel Paty. Otra entidad que maniobra junto a HTS es el Ejército Nacional Sirio (SNA), apoyado por Turquía, que cuenta con entre 50 mil y 100 mil combatientes, en la encrucijada entre facciones rebeldes y grupos islamistas.
"Los cristianos están a la espera de ver si se cumplen las promesas de estos grupos", afirma Vincent Gelot, director para Líbano y Siria de Œuvre d'Orient.
Desde entonces, la minoría cristiana no sabe qué actitud adoptar ante los nuevos amos de la tierra, dividida entre la esperanza de una nueva era y el temor a la persecución. Aunque por el momento no ha habido violencia contra los cristianos, algunos de ellos contienen la respiración.
"Desde su llegada, nos dicen que no nos preocupemos y que no quieren hacernos daño. Pero recordamos que Daech dijo lo mismo a los habitantes de Mosul en 2014", explica a Les Echos Nabil, un médico cristiano de Alepo.
"Existe una preocupación real por los grupos que han tomado el control, en particular HTS", confirma Vincent Gelot, director para el Líbano y Siria de Œuvre d'Orient. "Al mismo tiempo, hay una especie de alivio: alivio por el fin del régimen y todo lo que significaba, porque era un régimen muy duro para toda la población, incluidos los cristianos".
Detrás de la ansiedad se esconde una débil esperanza de que Siria salga de su aislamiento y produzca un cambio en sus instituciones. Una esperanza atemperada, sin embargo, por la trágica experiencia del pasado, cuando el viento de libertad que insufló la Primavera Árabe se vio truncado por la guerra civil. "Los cristianos esperan ver si las promesas hechas por estos grupos se cumplirán", prosigue Vincent Gelot.
El 85% de los cristianos han abandonado Siria
Por su parte, el padre Jacques Mourad es mucho más optimista. "Al principio de los combates, cuando cayeron las grandes ciudades, teníamos miedo, no queríamos volver a vivir la guerra", admite el arzobispo de Homs, que fue rehén del Daesh en 2015.
"Pero hoy nos sentimos en paz. Es la primera vez que experimento plenamente esta sensación de libertad. Algunos cristianos tienen miedo, pero la mayoría cree que la caída del gobierno de Assad devolverá la dignidad a nuestro pueblo y traerá una verdadera renovación", prosigue.
Bajo el gobierno de Bashar Al-Assad, la minoría cristiana gozaba de libertad de culto, pero "la discriminación estaba omnipresente en todos los aspectos de la vida". "Aquí, tenemos motivos para esperar que se logre la igualdad de trato para todos los ciudadanos", espera el arzobispo.
¿Qué hay de la afiliación inicial de HTS a Al Qaeda? Para el padre Mourad, el gran error de Occidente es confundir a los rebeldes con los islamistas. "Los que se han apoderado del país son sirios jóvenes, cultos, educados y muy inteligentes. No son terroristas, sino ciudadanos sirios suníes expulsados por Assad y obligados a vivir en campamentos sin motivo durante doce años".
Dejada sin sangre por la guerra civil, la comunidad cristiana, como el resto de la población, también se ha visto debilitada por las sanciones económicas y los impuestos excesivamente altos. Desde 2011, fecha de la Primavera Árabe, el 85 % de los cristianos han abandonado el país, reduciendo su número de 2 millones a unos 500 mil; es decir, alrededor del 2 % de la población siria.