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La escalera de san Alejo que te conduce al Paraíso

Escalera de san Alejo, Basílica de san Alejo y san Bonifacio en Roma
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Maria Paola Daud - publicado el 20/09/24
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Historia y leyenda de la vida del santo y de la Basílica que conserva sus reliquias, junto a las reliquias de san Bonifacio

Entre las iglesias más interesantes de Roma se encuentra sin duda la basílica de San Alejo y San Bonifacio en una de las siete colinas de Roma, el Aventino.

La iglesia data del siglo IV, inicialmente dedicada a san Bonifacio, un mártir cristiano, que llegó a la conversión después de una vida de comodidad y disolución. 

Más tarde, en el año 977, el título se extendió también a san Alejo y en poco tiempo, la llegada del segundo 'propietario' la hizo más popular.

basílica de san Alejo y san Bonifacio roma

Historia y leyenda de san Alejo

Alejo nació en Roma de padres nobles y muy ricos. Su padre Eufemiano era senador del imperio Romano y su madre Aglae era una importante noble romana.

Sus padres se distinguían sobre todo por su generosidad: cada día preparaban tres mesas para todos los que acudían en busca de ayuda: peregrinos, pobres y enfermos.

Llegando a su madurez, los padres de Alejo, deciden casarlo con una joven de familia noble imperial y, en medio de un espléndido banquete en la noche de bodas, por inspiración especial de Dios, comunica a su prometida que quiere permanecer casto. 

Abandona Roma en secreto, anhelando una soledad donde pudiera servir solo a Dios, lleva consigo parte de sus riquezas y se dirige a Edesa (Siria).

Viste solo harapos, da sus bienes a los pobres y pide limosna en las escaleras de la Iglesia de María Madre de Dios. De lo que recoge se reserva lo mínimo para sobrevivir, el resto lo distribuye a los pobres que lo llaman el 'Hombre de Dios' (Alejo).

En tanto sus padres mandan a algunos sirvientes a buscarlo y, aunque si llegaron a Edesa, al verlo entre los pobres a la puerta de la iglesia de Nuestra Señora, le dieron una limosna, sin reconocerlo. 

Entonces el hombre de Dios, gozoso, dijo:

“Te doy gracias, Señor, porque me has llamado y me has concedido que reciba por tu nombre una limosna de mis propios esclavos. Dígnate realizar en mí la obra que has comenzado”.

Después de un tiempo, el cuadro de la Virgen, en el interior de la iglesia, empieza a hablar y pide al custodio que deje entrar al hombre agradable a Dios que está en las escaleras. 

El eco del milagro se extiende por toda la ciudad y para evitar notoriedad, Alejo huye a Tarso (Turquía), pero el barco aterriza en la playa de Ostia (Roma). 

Al llegar a Roma y llama a la casa de su padre, pero, demacrado como está, sin afeitar y cubierto de harapos, no lo reconocen y le ofrecen alojamiento debajo de las escaleras de su morada. 

Allí vivió durante diecisiete años realizando los trabajos más humildes, nutrido de la caridad de su padre y bebiendo agua de un pozo cercano, todavía hoy en pleno funcionamiento en el patio de la iglesia.

Cuando se da cuenta de que está a punto de morir, decide escribir su historia. Muere, alrededor del año 412, con el papel en su mano. 

Ese día las campanas de las iglesias de Roma sonaron solas y una voz que venía del Cielo ordenó buscar al “Hombre de Dios” en casa de Eufemiano. 

Todos vienieron corriendo, incluso el Papa y el emperador. Con el papel que Alejo tiene en la mano se descubre su verdadera identidad.

El cuerpo es llevado a la Iglesia de san Bonifacio y, se dice que, durante el viaje, quien tocaba el ataúd se recuperaba de todas las enfermedades. 

La capilla con las escaleras que conducen al Paraíso 

Escalera de san alejo roma

En esta iglesia, donde hoy muchas parejas piden casarse, un relicario monumental contiene parte de la escalera donde vivió el santo y ofrece un espectáculo teatral que narra los últimos momentos de su vida.

El artista Andrea Bergondi, discípulo de Bernini, creó una escena conmovedora, en la que Alejo muere vestido de peregrino, rodeado de ángeles que lo coronan, mientras espera recibir su alma con la luz divina subido por una escalera que conduce al cielo.

Debajo el altar de la basílica se encuentran las reliquias de san Alejo y san Bonifacio.

A los lados del altar, unas angostas escaleras llevan a la cripta románica que alberga las reliquias de santo Tomás Becket.

En la cripta también se conserva una columna que sería la que estaba unida a san Sebastiano en el momento del martirio.

Alejo es considerado el santo patrón de los mendigos y, en el pórtico de la Basílica, todos los días se reúnen los mendigos de la zona para recibir su almuerzo y cena donados por la caridad de los que viven en Roma.

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