La Abadía de Poblet, oficialmente conocida como la Real Abadía de Santa María de Poblet (Reial Monestir de Santa Maria de Poblet, en catalán original), es un monasterio cisterciense histórico de gran importancia cultural y espiritual. Fundado en 1151 por monjes cistercienses procedentes de Francia, este monasterio monumental está situado al pie de las montañas de Prades, en la comarca de la Conca de Barberà, Cataluña, España. El arquitecto Arnau Bargués fue clave en el diseño de su estructura original, que ha resistido el paso del tiempo, convirtiéndose en testigo de siglos de historia.
La Abadía de Poblet fue el primero de los tres monasterios hermanos que formaron el famoso "Triángulo del Císter" en Cataluña, junto con Vallbona de les Monges y Santes Creus. Este trío de monasterios desempeñó un papel crucial en la consolidación del poder en Cataluña durante el siglo XII.
De hecho, la influencia de Poblet se extendió mucho más allá del ámbito espiritual. Fue uno de los dos panteones reales de los reyes de la Corona de Aragón, empezando por Jaime I de Aragón. La abadía se convirtió en el lugar de descanso final de muchos monarcas aragoneses, cuyas tumbas estaban decoradas con estatuas de alabastro intrincadamente talladas. Las esculturas simbólicas de leones y perros a los pies de los reyes y reinas añaden solemnidad y grandeza a estas tumbas.
Pedro IV de Aragón estableció por real decreto, bajo juramento, que todos los reyes aragoneses debían ser enterrados en Poblet, tradición que mantuvieron todos excepto Fernando II de Aragón. Durante la época dorada del monasterio, más de 300 monjes vivieron entre sus muros, y numerosas "granjas cistercienses", gestionadas por hermanos laicos, contribuyeron a la prosperidad agrícola de la abadía. Los extensos edificios del monasterio ocupaban unos 12 mil metros cuadrados.
Sin embargo, el siglo XIX trajo la agitación y el declive a la abadía de Poblet. Las desamortizaciones eclesiásticas de Mendizábal en 1835, bajo el reinado de Isabel II de España, provocaron el cierre y la secularización del monasterio. El posterior saqueo y destrucción dejó la abadía en ruinas, sus antaño gloriosas estructuras dañadas y sus tumbas reales profanadas. Los restos de los monarcas aragoneses se salvaron y se trasladaron temporalmente a la Catedral de Tarragona.
En 1940, la Abadía de Poblet experimentó un renacimiento cuando los monjes italianos de la orden cisterciense refundaron el monasterio. Comenzaron las obras de restauración, que insuflaron nueva vida a la antigua estructura. En la actualidad, la comunidad monástica, aunque más reducida, sigue prosperando, preservando el rico legado de la abadía como símbolo del patrimonio y la espiritualidad catalanes.