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La fe no es ingenuidad. El ejemplo convincente de un obispo

oración por las familias
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Dariusz Dudek - publicado el 02/01/24
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¿Es la fe una aceptación ingenua de lo que no se comprende? Para muchas personas, el hecho de que alguien tenga fe significa que se desvincula de la razón

¿Es la fe una ingenuidad?

¿Con qué asocias la palabra "fe"? ¿Con las verdades que aprendiste en el catecismo? ¿Con la religión? ¿O con dar algo por sentado? Para muchas personas, el hecho de que alguien tenga fe significa que se desvincula de la razón y la ciencia y acepta como ciertas e irrefutables creencias escritas en algún lugar.

El obispo Robert Barron -jerarca estadounidense y autor de numerosos libros y podcasts- escribe en su colección de columnas Living Paradoxes que a menudo se le acusa de ingenuidad: "Mis interlocutores -agnósticos, ateos y laicistas- escriben sin cesar que la fe es credulidad, ingenuidad, superstición, asentimiento a tonterías irracionales, aceptación de afirmaciones para las que no hay pruebas, etc, etc".

Tal acusación parece decir la verdad. Que la fe contradice la razón porque es asentir a lo que no se puede ver y no se puede probar. Sin embargo, la verdadera fe cristiana no rechaza la razón, ¡sino que la exige!

Definición de Tomás de Aquino

ŚWIĘTY TOMASZ Z AKWINU
Santo Tomás de Aquino.

Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes (si no el más grande) teólogos de la Iglesia, definió la fe de la siguiente manera:

La fe es un acto de la razón, convencida de la verdad de Dios por la garantía de la voluntad, movida por la gracia a través de Dios. [Suma teológica, II-II, q. 2, a. 9, corp.].

Desmontemos esta definición aparentemente difícil. Empecemos por el final:

  • Dios mueve al hombre con su gracia y le habla de sí mismo. Puede ser una educación en casa, una catequesis interesante, un pasaje de un libro que alguien lee, una canción, una conversación con alguien cercano… El Señor tiene muchas maneras de llegar a una persona.
  • Esta conmoción toca al hombre de tal manera que dirige su atención en esa dirección. Actúa el acto de la voluntad del hombre, que lo atrae hacia lo que ha aprendido y se interesa por una comprensión más profunda del tema.
  • El acto de la razón consiste en que el hombre comienza libremente a analizar lo que ha aprendido. Empieza a buscar, a divagar, a hacerse preguntas, hasta que finalmente descubre que puede confiar en Dios.

La fe es como conocer a una persona nueva

El obispo Robert Barron lo ilustra con un ejemplo muy acertado:

Imagina que vas a reunirte con alguien a quien apenas conoces de nombre. Antes de conocerla, puedes averiguar más cosas sobre esa persona navegando por sus redes sociales, buscando información en Google, preguntando a amigos comunes. Aun así, puedes fiarte o no de lo que hayas averiguado.

El siguiente paso será un encuentro cara a cara en el que podrás verificar lo que has averiguado. Sin embargo, habrá otro elemento importante: esta persona empezará a hablarte de sí misma. No podrás investigar la veracidad de sus sentimientos, intenciones, deseos y sueños. Te queda una decisión: confiar o no en esa persona. En esta decisión no excluyes tu razón, sino que tomas lo que has llegado a conocer, pero también lo que sientes o aceptas intuitivamente, yendo más allá de la cognición racional.

Lo mismo ocurre con la fe. Dios no quiere que desconectemos nuestra razón cuando llegamos a conocerle, quiere que tomemos lo que se puede entender de Él -entender, pero también estar dispuestos a confiar y fiarnos de Él en lo que va más allá de la capacidad cognitiva.

Tipos de fe

Así pues, podemos distinguir tres "tipos" de fe:

  • fides quae - es el contenido de la fe en la que (quae) creemos. Es el contenido del Credo, de la Escritura y de la doctrina de la Iglesia.
  • fides qua - el acto de fe, la decisión de que (qua) aceptamos el contenido de la fe y decidimos confiar en Dios. Se convierte en confesión.
  • confido - es confiar, fiarse, adherirse con todo el ser a la persona de Dios.

Estos tres componentes están contenidos en lo que la Iglesia entiende por fe. Como dice el Obispo Robert Barron:

"Esta decisión no es irracional, porque se apoya en la razón y está condicionada por ella, pero va más allá de la razón, porque es la apertura de un corazón a otro. En presencia de otro ser humano, uno permanecería en una actitud obstinada de desconfianza, eligiendo como aceptables solo aquellos datos que uno mismo puede reunir mediante un análisis racional. Al hacerlo, sin embargo, se estaría cerrando a las riquezas incomparablemente mayores que esa persona puede revelarle. El racionalista estricto, defensor a ultranza del método científico, aprenderá algunas cosas sobre el mundo, pero nunca llegará a conocer a la persona. La misma dinámica existe en relación con Dios, la Persona suprema".

Tomado de Paradojas vivas. El principio del catolicismo de Roberto Barrón.

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