En toda relación interpersonal hay problemas, no importa si es amorosa, de amistad, familiar o de trabajo; es parte de la naturaleza humana, y no porque nos gusten los problemas (aunque pareciera que hay gente a la que sí le agradan), sino porque hay una inmensa variedad de maneras de pensar, por eso es normal que, con frecuencia, haya desacuerdos.
Sin embargo, debemos aprender a distinguir entre dos actitudes. La primera: terminar con una persona porque estar con ella puede ser peligroso; y la segunda: dejarla solamente porque nos estorba. En este sentido, el Papa Francisco habla constantemente de la cultura del descarte, que es como desechar a las personas porque ya no nos sirven, lo cual atenta contra la dignidad humana. Todos somos importantes y nada tiene que ver con que no nos guste o hasta nos moleste alguien.
Las personas no son desechables
Aquí retomamos las actitudes antes mencionadas: una persona puede representar un peligro para otros, por ejemplo, alguien que tiene un vicio que no quiere dejar, o que abusa de las personas para conseguir sus objetivos, ocasionando daños psicológicos o físicos y que de ningún modo está dispuesto a recibir ayuda, pues siente que los demás tienen el deber de aguantarlo como es. Esa relación sí puede llegar a graves consecuencias si no se toman cartas en el asunto para salir de ella.
Hay otros casos donde debe actuarse con caridad y prudencia, porque no se trata de abandonar a la persona a su suerte, sino procurar ayudarlo hasta donde sea posible, evitando que en el camino salga dañado alguien más, como podría ocurrir con los hijos. Recordemos que un niño ama a sus padres y desea que permanezcan juntos, como familia. Este tipo de relación siempre valdrá la pena rescatarla, sin embarg,o hay que poner en práctica varios puntos:
- Mucho amor
- Paciencia y diálogo
- Entrega y voluntad por ambas partes
- Ayuda externa del psicólogo y director espiritual
- Apoyo de la familia y de todos los que los amen
Desechar relaciones porque ya no nos agradan
La otra actitud es aquella de deshacernos de las personas porque ya no son útiles para nosotros, nos estorban y sentimos que no aportan nada a nuestro plan de vida. Lamentablemente, existen quienes sacan provecho de sus amigos, conocidos, clientes y todos aquellos a los que pueden explotar, y cuando ya no obtienen nada de ellos, los desechan como basura.
Además, esta actitud es completamente indigna, y cada vez es más común encontrarse con estos casos donde las personas se convierten en mercancía. Nada justifica tratar a los seres humanos como objetos. De estas relaciones abusivas sí hay que huir.
Ahora bien, un punto medio puede ser cuando los amigos, novios o socios se dan cuenta de que no tienen nada en común y deciden separarse. Estamos hablando de terminar una relación y quedar en buenos términos, sin eliminar a la gente de nuestra vida. Es aquí cuando hay que hacer uso de la caridad cristiana para resolver los conflictos generados por la famosa incompatibilidad de temperamentos, porque tal vez hemos compartido experiencias con alguien y vale la pena conservar los buenos momentos y olvidar los malos, pero siempre con respeto.
Finalmente, lo fundamental será entender que todos tenemos distintas historias y que reaccionamos de acuerdo a nuestra formación personal, por eso, para consolidar nuestros lazos afectivos necesitamos una gran dosis de empatía y la ayuda de Dios, porque todos somos dignos a los ojos del Señor, por eso, tratemos a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros,