"Cinco lobitos" es la ópera prima de la directora y guionista Alauda Ruiz de Azúa, quien contó con el respaldo de la crítica y ha recibido varios galardones en el Festival de Málaga.
Llega ahora a las plataformas de streaming, tras su paso por los cines, esta emotiva película sobre maternidades y aprendizajes que se transmiten a través de las generaciones, como simboliza el propio título de la historia: esa canción de cuna que nuestras madres y nuestras abuelas nos cantaron y que legamos a nuestros hijos.
Amaia (Laia Costa) y Javi (Mikel Bustamante) acaban de ser padres de una niña, Eneko. Como madre primeriza, ella siente un vértigo absoluto debido a los miedos y a las inseguridades que suele acarrear el nacimiento de un primogénito, además de la falta de sueño y las múltiples tareas del hogar y del cuidado del bebé.
Pero Javi trabaja en una compañía de teatro y sus superiores le implican en giras que duran varias semanas. Amaia se opone a que la deje sola. Él opta por seguir fiel a su empleo porque sabe que, con una hija en casa, no pueden dar la espalda a la seguridad económica.
Amaia trata de arreglárselas como puede. Cuando una noche Eneko enferma y además se cae del sofá, se desmorona. Está agotada, no sabe si lo está haciendo bien y tampoco ayudan la depresión posparto y los cambios hormonales.
Finalmente decide mudarse unos días a la casa de sus padres, situada en un pueblo de la costa vasca. Begoña (Susi Sánchez) y Koldo (Ramón Barea) harán lo necesario para que esté cómoda y pueda dormir y teletrabajar. De vez en cuando aparece Javi, si la gira se lo permite, y trata de adaptarse a la asistencia de su hija aunque Amaia siga enfadada.
Correspondencias familiares de ida y vuelta
Durante la primera mitad de la película vemos cómo los abuelos enseñan a Amaia ciertas lecciones, entre ellas las que atañen a la cocina y al bebé. Allí descubre que el matrimonio de sus padres no es perfecto: a veces hay discusiones, viejas heridas del pasado, reproches y errores. En la segunda mitad, Begoña enferma y ve próxima la muerte y Amaia debe dedicarse a ejercer también de madre de su propia madre.
Estas relaciones entre los cuatro personajes (cinco, si contamos al bebé que no habla, pero que es una presencia constante) le sirven a Alauda Ruiz para construir una película que conmueve y nos hace daño cuando nos vemos reflejados en ciertas situaciones: esa madre en el hospital, esas riñas de sobremesa…
Su directora dibuja los vínculos afectivos entre padres e hijos de una manera precisa y digna de elogio: son hilos de correspondencia, siempre, de ida y vuelta, lazos familiares y sanguíneos que se van tejiendo con fuerza a pesar de los desacuerdos habituales. Begoña sigue siendo una madre entregada a su hija y adopta también este cometido con su nieta.
Amaia pasa de ser madre primeriza de su hija a ser madre para su madre, cuidadora y enfermera y asistente de las ansiedades características de la enfermedad. Eneko, aunque sólo tiene unos meses, les aporta alegría y consuelo. Los respectivos padres hacen lo que pueden pese a que suelen llevarse algunas broncas cuando no están a la altura, lo que certifica que las mujeres son más estrictas con el cuidado de los hijos (y también más juiciosas).
En "Cinco lobitos" abundan los temas tratados con rigor y sutileza: las palabras que antes no se dijeron entre padres e hijos y ahora se pronuncian, los alivios de esos abrazos que consolidan el afecto y la necesidad de cariño, la fatiga de las responsabilidades domésticas, la fe en las tradiciones y en la sabiduría ancestral de nuestros ascendientes, los momentos para recuperar lo que perdimos… La directora entreteje estos nexos en una película cálida y llena de matices (sostenida por un reparto magnífico), que nos recuerda que una madre no lo es sólo para su prole, sino también para el resto de su familia.