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Hace unos años, mientras pasaba una temporada en una clínica de salud mental para tratar mi depresión, pude observar cómo en las clases de terapia ocupacional se utilizaba la escritura sobre papel como parte de la cura de la enfermedad.
El tratamiento consistía en una hora de reloj donde volcábamos nuestros anhelos más profundos, mientras sonaba música clásica en el ambiente. A veces el tema era libre, otras veces un tema concreto: una carta a nuestra enfermedad, una carta a nuestro yo del pasado, etc. Lo importante era abrirse en canal y poner por escrito todo aquello que se había bloqueado en nuestro interior.
Plasmar sobre un folio ideas que revoloteaban nuestra cabeza, desordenadas, hacía que sobre ese lienzo en blanco se estructuraran, cronológicamente, con un sentido, con sinceridad, con reflexión todos nuestros pensamientos. A este tipo de escritura se la conoce como escritura expresiva.
Todo ese trabajo resultaba ser beneficioso tanto para el paciente como para el médico, pues después, si así lo deseábamos, podíamos entregarlo al personal sanitario para que fuera evaluado. Se trataba de información muy valiosa que ayudaba a desenmascarar el inicio de una enfermedad mental, en qué momento nos rompimos y no supimos gestionar ese sufrimiento derivando en un cuadro depresivo, ansioso o incluso trastornos psiquiátricos mucho más graves.
Actualmente, escribiendo para Aleteia, también he podido palpar la ayuda inmerecida que me regala la escritura a mano (antes de escribir mis artículos primero plasmo las ideas en un papel).
Hace 15 años se suicidó una amiga de forma inesperada a quien yo apreciaba mucho. Para mí, al igual que para mucha gente, fue un shock. Al estar yo embarazada, la noticia impactó directamente sobre mi sensibilidad y tuve enquistado ese episodio durante años.
Al tratarse de un tema tabú me costaba hablar de lo sucedido y durante años permanecí callada. No fue hasta que vi la oportunidad de escribir sobre ello cuando descubrí el poder de la escritura. Volver a poner voz a todo lo ocurrido, a lo que sentí en ese momento, a ratos con desconsuelo, otras veces con ira y rabia... al final logré comprender y perdonar desde lo más profundo del corazón a mi amiga. Por algo la frase “Comprender es aliviar” es el lema de la psiquiatra tan de moda Marian Rojas Estapé.
Pero la realidad es que cada vez escribimos menos. Inundados por un mundo de pantallas hemos sustituido la escritura que articula toda la mano por el movimiento casi automático de unos pocos dedos sobre un dispositivo donde la letra no tiene personalidad.
La ciencia lo confirma
Numerosos estudios no cesan de proclamar los beneficios de la escritura manual. Uno de ellos es este de 2014 sobre neurociencia del comportamiento realizado por investigadores de la Universidad de California y la Universidad de Princeton. En él se muestra que los estudiantes que tomaban apuntes a mano se desempeñaban mejor ante preguntas conceptuales que aquellos que escribían directamente en ordenador.
Y esto sucede porque para escribir necesitamos concentrarnos, pasar de la idea al concepto, de lo intangible a lo tangible.
Escribir antes de dormir favorece el descanso
Una tarde mi marido llegó muy alterado del trabajo, con la cabeza a mil. Demasiados problemas, demasiadas cosas pendientes, demasiado estrés. Tanto es así que al llegar la noche no lograba conciliar el sueño y a nuestro pesar no teníamos a mano ninguna infusión de valeriana para calmar esos nervios.
Conociendo el éxito que la escritura a mano había producido en mí, le sugerí por qué no plasmaba en una hoja de papel todo lo que llevaba en la cabeza. Y así lo hizo. Estuvo un buen rato, tachaba y rehacía, hasta que logró volcar todas sus preocupaciones.
No hará falta que os diga lo bien que durmió esa noche. Estructurar y ordenar todo ese batiburrillo mental le otorgó la paz que necesitaba para dormir a pierna suelta.
La ortografía y la memoria mejoran con la expresión escrita
Hoy en día con las pantallas a nuestro alcance y el abuso de los correctores no prestamos atención a la hora de escribir. Nuestra memoria se atrofia al utilizar una herramienta que sustituye su función. De esta forma, hacemos más faltas de ortografía y nuestra memoria empeora. Por contra, todo eso se revierte cuando escribimos a mano.
Herramientas que favorecen tu salud mental
Existen unas cuantas herramientas para incorporar la escritura en tu día a día. Quiero destacar:
La oración escrita está diseñada para esas personas que se pierden en la oración mental y no consiguen concentrarse. Escribir en una libreta lo que hablas con el Señor te ayudará a enfocarte y permanecer en el aquí y ahora.
El examen de conciencia antes de ir a la cama es una rutina de la religión católica que nos permite hacer un repaso de todo el día viendo cómo hemos amado. Resulta útil para después acercarse al sacramento de la confesión y, en vistas del nuevo día, a amar más y mejor.
Y el journaling es lo que conocemos como un diario personal en el que redactamos jornada tras jornada nuestros pensamientos, ideas y acciones con la intención de comenzar un nuevo día con la página en blanco.
Te propongo que lleves a cabo alguna o todas estas técnicas handmade que son medicina para el alma. La idea es que escribas, tengas o no talento, pues sus beneficios son formidables.