En 2017, Javier Viver recibió el encargo de crear una imagen de la Virgen para el grupo Hakuna. Nunca se imaginó que esa imagen daría la vuelta al mundo despertando la devoción de jóvenes y adultos; tampoco pensó que esta creación sería tan significativa para su relación con María
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Javier Viver se define a sí mismo como imaginero; es un artista sacro español que, principalmente, se dedica a la escultura y fotografía. Es el autor de obras como la Bella pastora de Iesu Communio o la Madre de la Esperanza. Pero quizá su obra más conocida es la Virgen de Hakuna. Aleteia se reunió con él para platicar sobre la imagen, el arte sacro y la devoción a María.
El primer sagrario
Después de prestar su estudio al grupo de Hakuna durante unos años, el padre Jose Pedro Manglano -fundador- le hizo un encargo muy especial. “Me pidió que le hiciera una Virgen que representara el carisma del grupo. Me dijo, en concreto, que tenía que representar ese aspecto tan importante de vivir de rodillas y abrazando la Eucaristía”.
El punto de partida fue una pintura de otra artista en donde María abrazaba una gran hostia. “Entonces fue cuando se me ocurrió la idea de hacer una Virgen embarazada; y claro, era tan natural que la Virgen abrazara su tripa y, por lo tanto, al fruto de sus entrañas. Eso estaba muy bien porque María era el Sagrario viviente, el primer sagrario, la mujer eucarística”.
Ella, explica Javier, al abrazar su vientre, abraza a Jesús. La idea encantó enseguida y pasó de ser una pequeña maqueta de propuesta a una obra definitiva.
“En ese proceso mi idea era hacer algo que conectara de una forma muy popular. Por eso estaba el aspecto de la maternidad, ese gesto, el rostro de la Virgen, que tenía que ser de una mujer muy sencilla, que está recogida en profunda oración, considerando quién es el que habita su cuerpo”.
Al hacerla, buscaba crear una imagen muy humana, en un momento especialísimo para una madre, que es el momento del embarazo, con lo cual pudo meditar sobre ese misterio tan grande para nuestra fe.
“Las que son madres lo pueden entender porque lo han experimentado; esa relación yo la puedo imaginar por la relación que tengo con mi madre. Yo siempre le digo a mi madre ‘¿pero tú tienes telepatía o qué te pasa?’ Porque basta que me vea la mirada para saber lo que me pasa. Ese tipo de corazonadas son las que se inician en el embarazo, en ese momento de relación tan intensa entre la madre y el hijo”.
Cuando la pieza finalmente salió generó una devoción popular muy grande que comenzó a extenderse, primero por Europa, y después por Latinoamérica, China y Estados Unidos, principalmente.
Hoy, en cada lugar en el que hay una hora santa de Hakuna, hay una imagen de esta Virgen; pero no es exclusiva del grupo. Al ser una imagen tan cercana, las personas -pertenecientes o no al grupo- comenzaron a buscar la imagen para tenerla en casa.
Los testimonios que han llegado al estudio son tantos que han comenzado a compartirlos en su página web. Al tenerla en casa, “la familia se reúne en torno a ella y se genera oración, se generan muchísimas experiencias que la gente nos cuenta. Tenemos cartas y cartas”.
Sin embargo, Viver aclara una cosa que para él es fundamental: “Al final no tiene que ver con la escultura, con la figura, sino con la presencia de María, que la pones en el centro del hogar, y cuando tú la pones al centro del hogar, pues María obra”.
“Yo hago y pongo lo que está de mi parte, que es un granito, y la Virgen sale del estudio y ya tiene vida propia. Ella entabla una relación directa con todos los que se acercan a contemplarla o a rezar”.
El estudio incluso recibe pinturas y esculturas que las personas crean de la Madre de Hakuna como una forma de apropiarse de la imagen y alimentar su devoción.
“Yo le debo mi vocación artística a la Virgen María”
Al preguntarle qué significó hacer esta imagen de nuestra madre en su relación personal con María, Javier comienza por explicar que, de no ser por ella, no sería artista.
“Ella me lió a dedicarme al arte, y posteriormente, a dedicarme a hacerle esculturas a ella y a dedicarme al culto. Pero también en el plano espiritual, mi vocación espiritual se la debo a la Virgen”.
Desde muy pequeño entendió que su vocación estaba muy ligada a hablar de la Virgen y a la devoción popular a través del arte de las imágenes. Desde entonces, cada vez que tiene que esculpirla es “un reto y un momento muy bonito”.
“Yo empiezo a hacer la escultura con modelos, pero hay un momento determinado en el que la escultura pasa de ser un retrato de esa modelo a ser la Virgen y se convierte en un icono. ¡Y lo notas en el mismo estudio! De repente te das cuenta de que está presente la Virgen a través de ese sacramental, que es la representación de una imagen, pero está ya allí”.
Las imágenes de Javier Viver son muy cercanas y ligadas a lo humano; sin embargo, también tienen una cierta lejanía o distancia con la que el autor busca manifestar lo sobrenatural.
“Ese tira y afloja entre una cercanía muy grande que te permite decir ‘es como yo, tiene que ver conmigo’ ayuda a empatizar; y la distancia (hace que digas) ‘pero a la vez es algo muy sobrenatural que me sobrepasa y a la que puedo acogerme, para pedirle su protección, su ayuda’”.
Como artista sacro, Viver está convencido de que las imágenes son decisivas en nuestra vida de fe.
“No es solamente una cosa de estética o de adorno y decoración; sino que forma parte de lo que creemos. Los cristianos celebramos principalmente la Encarnación; o sea, que lo más invisible se hace visible y humano, cercano a nosotros. Por eso, para nosotros todo lo humano es la vía natural de encontrarnos con Dios, con lo sobrenatural. Y eso, en concreto, tiene una expresión muy clara que son las imágenes que se han producido dentro de la Iglesia”.
Javier aclara que, cuando los primeros cristianos comenzaron a representar lo divino a través de imágenes, “todo da un vuelco absoluto y nos crea una nueva realidad que es esa cercanía que nos permiten las imágenes”.
“Al igual que tenemos los sacramentos, en los que hay una parte sensible y otra invisible, un misterio, y la parte sensible produce la parte que no se puede ver; pues de igual forma, las imágenes nos presentan el rostro de Dios y nos permiten ver a través de imágenes el misterio invisible”.
“Necesitamos los sentidos para rezar, para querer a Dios”
Y concluye: “Para nosotros es la forma natural de rezar. Y en la iglesia, desde el minuto cero apareció la manifestación artística como la (forma) genuina de oración. Los primeros cristianos, lo vemos en los Hechos de los Apóstoles, se reúnen y cantan salmos; y lo expresan mediante la música, las palabras, la poesía, mediante las imágenes y la arquitectura. Nosotros necesitamos los sentidos para rezar, para querer a Dios”.
Todas las obras de Javier Viver pueden comprarse en su página web o a través de links disponibles en sus redes sociales. En México, estarán disponibles en las librerías del Verbo Divino y las librerías Paulinas.