De Finis Terrae, que significa “Fin de la Tierra”, cuando se creía que la tierra era plana antes del descubrimiento de América, a Tierra Santa, origen de la religión católica donde se pueden venerar los lugares más significativos del Antiguo y Nuevo Testamento, siguiendo los pasos de San Ignacio de Loyola. Del fin del mundo al principio de todo.
El itinerario escogido por Carlota separa ambas localidades por unos 6.000 kilómetros atravesando once países: España, Francia, Italia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Albania, Grecia, Chipre, Líbano e Israel.
Loading
Partió el 2 de enero desde ese municipio de Galicia, recorriendo a la inversa el Camino de Santiago, y ya ha atravesado el norte de España, Francia y gran parte de Italia. Por supuesto hizo parada en la Ciudad del Vaticano y pudo estar en la audiencia de los miércoles con el Papa Francisco.
Loading
¿Quién es Carlota Valenzuela?
Es una chica joven que derrocha alegría y simpatía a partes iguales. Con un acento sureño que delata sus raíces granadinas, transmite a través de su cuenta de Instagram @finisterreajerusalen una valentía singular. Y es que Carlota está emprendiendo este viaje sola, aunque invita a cualquiera a colaborar en forma de alojamiento, manutención e incluso compañía durante alguna etapa.
Cabe destacar que hasta que empezó esta caminata nuestra peregrina no era una mujer deportista y no tenía por costumbre dar largos paseos. Y ahora reconoce que cada día que pasa se siente más fuerte y en forma.
Otro tema que le está resultando beneficioso para su andadura es su facilidad para los idiomas. Habla perfectamente inglés, francés y algo de italiano. Esta habilidad le está abriendo puertas a medida que va entrando en distintos países.
Además dispone de un salvoconducto, un documento firmado por el obispo auxiliar de Madrid que resalta sus buenas intenciones y le está siendo útil a la hora de pedir posada.
La cuenta de Carlota ya tiene 18.800 seguidores y subiendo. Atrae ver a una joven que ha dejado su trabajo, familia, amigos y comodidades para ponerse a disposición de lo que Dios le pida a través de esta peregrinación. Y cautiva también ese buen rollo y esa positividad que desprende, especialmente en esta época pospandemia en la que estamos tan necesitados de un mensaje esperanzador.
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”
Esta frase es parte de uno de los poemas más conocidos del escritor español Antonio Machado y que ha servido a Carlota de inspiración para subir algún vídeo a sus redes.
A diferencia de Machado, ella tiene claro el camino y la meta, donde ambas guardan un gran parecido con la vida y la meta final: el cielo. “Mi meta no es Jerusalén”, exclama convencida.
Peregrinar está siendo para ella una herramienta de introspección, renovación espiritual y crecimiento en la fe. No porque espere que aparezca una respuesta en un cartel luminoso, sino por la actitud de ponerse “a disposición” y así entrar en relación con lo más profundo. Como apuntaba un seguidor, “peregrinar es rezar con los pies”.
Y es que la paradoja del viaje es que aunque esté haciendo el viaje sola, no está sola. Va con Dios y con los cientos de personas que le abren sus hogares o que la acompañan a través de su cuenta.
Lo que deja claro Carlota es que tras sus pasos deja un aprendizaje lleno de sorpresas, bendiciones y regalos.
Los ángeles de la guarda del camino
Así es como llama Carlota a las distintas personas que se van cruzando en su camino y que de alguna manera le ofrecen sustento, ya sea brindándole una cama o compartiendo con ella su comida.
Gracias a Instagram comunica su itinerario y pide colaboración para ir solventando el alojamiento por los distintos pueblos o ciudades que atraviesa. Su historia es tan alucinante que entre unos y otros la van ayudando a resolver sus necesidades. Ella no deja de estar maravillada ante la generosidad de personas desconocidas que después se convierten en amigas.
A su paso por determinadas localidades ha aprovechado para reencontrarse con viejos amigos a los que hace mucho tiempo que no ve. Incluso algunos familiares se han unido en alguna etapa y ella les ha enseñado lo que significa vivir como una verdadera peregrina.
Por medio de estos gestos altruistas, Carlota está aprendiendo a sentirse cuidada por Dios a través de estas personas. Cada una de ellas aporta cultura, gastronomía, tradición o idioma. Cada vez que pisa un nuevo territorio se enriquece de la tierra que habita. Dando y recibiendo. Ella aporta su simpatía y una tortilla de patatas con cebolla tipical spanish.
Los obstáculos del camino
Antes de empezar su andadura, Carlota tuvo que lidiar con la despedida de su gente. Al fin y al cabo no los verá en un año y eso es algo costoso.
Además el camino, como en la vida, a veces no es como a uno le gustaría. Son los obstáculos del camino: tierra embarrada, cuestas, un clima poco favorable, desniveles…
Si algo está aprendiendo nuestra peregrina es a dejar la carga pesada de esas contrariedades en manos de quien sabe le va a aliviar. Para ello ha comprobado que es necesario desprenderse de lo prescindible, no sólo para aligerar su mochila sino también para aligerar su mente y su alma. La idea es vaciarse para llenarse de lo que realmente importa.
Loading
Con lo que no contaba Carlota es con la montaña rusa de emociones que le perturban a su paso. De la alegría pasa a la pena, del entusiasmo a la derrota, del convencimiento al miedo. Al final ha descubierto que de nada sirve angustiarse sino que todo pasa por abandonarse en Dios.
Sus reflexiones en medio de la nada
Cada pocos días, Carlota nos obsequia con alguna publicación en la que reflexiona acerca de la vida y los misterios que la rodean.
Mientras atravesaba un terreno complicado le vino a la mente esta frase: “No quiero un camino fácil, quiero fortalecer mi voluntad”. Y cree haber encontrado el quid de la peregrinación gracias a ella. En la vida hay que querer el camino por el que se transita, de nada sirve lamentarse. Y, en cambio, pedir fortaleza para sobrellevar las contrariedades del mismo.
Los regalos del camino
El pasado mes de mayo Carlota recibió un regalo. Sin saber cómo ni porqué se sintió llamada a visitar el pueblo de Tuscania, a 92 kilómetros de Roma, donde se encuentra el monasterio de San Pablo. Allí reside la congregación del Instituto del Verbo Encarnado (IVE) desde 2017 y curiosamente ese día era el único en todo el año en el que abrían las puertas a las familias y amigos. ¿Casualidad?
Desde aquí le deseamos un buen camino y seguiremos de cerca sus pasos hasta que logre llegar a Tierra Santa.