Lesya Ukrainka está considerada una de las mejores escritoras de Ucrania y una defensora de los valores y tradiciones de su patria. Lesya vivió en el siglo XIX, pero sus palabras de amor a su tierra toman ahora más fuerza y sentido que nunca.
Su talento y amor por la literatura fueron favorecidos por su propia familia. Lesya nació en febrero de 1871 en Novograd-Volynsky. Su madre, Olena Pchilka era una reconocida escritora de poesía y cuentos infantiles además de pionera en el movimiento feminista ucraniano.
Su padre era un rico terrateniente con gran interés por el mundo del arte y la literatura. En el hogar de los Ukrainka siempre había un sitio para la belleza de las artes y en su casa se daban cita importantes músicos, pintores o escritores de su tiempo. Un universo culto y refinado que impregnaría la esencia de la pequeña Lesya quien desde pequeña demostró una clara inclinación por la literatura.
Su afán por descubrir la belleza de las palabras se vio amenazada por una enfermedad crónica, una tuberculosis osteoarticular que se le desarrolló siendo una niña y le impidió desde entonces hacer una vida normal. El dolor y el sufrimiento no podrían, sin embargo, con la gran fuerza de voluntad de Lesya ni de los suyos.
Su madre buscó a los mejores maestros para que pudieran educar a su hija en casa y pronto aprendió varios idiomas, entre ellos el alemán, el francés y el griego. Entre sus tutores, se encontraba uno de excepción, su propio tío, reconocido científico y apasionado de la literatura quien le abrió las puertas del folclore y las tradiciones ucranianas.
Tenía apenas ocho años cuando Lesya Ukrainka escribía su primer poema y con trece veía sus versos publicados por primera vez. Desde entonces no dejó de escribir. Cuando se trasladó con su familia a vivir a Kiev, Lesya se integró en el círculo literario conocido como Pléyade.
En busca de un mejor clima para la enfermedad de Lesya, sus padres, y posteriormente su marido, la acompañaron en distintos viajes por países como Italia o Egipto y por algunas regiones de Ucrania, como Galitzia o Bukovyna. Estos viajes, además de ayudar a mejorar su salud, fueron fuente de inspiración para la escritora.
Temas como el valor, el amor, la libertad, centraron la extensa obra poética de Lesya Ukrainka, tan extensa que solamente la mitad de la misma se llegó a publicar en vida de la autora.
También escribió cuentos, ensayos, obras de teatro y novelas, además de traducir al ucraniano obras de la Shakespeare, Byron o Turgenev.
Con diecinueve años, Lesya escribió un libro de texto para sus hermanas, que su publicaría años después bajo el nombre de Historia antigua de los eslavos orientales. En buena parte de su obra, Lesya ensalzó la riqueza de Ucrania, la riqueza como pueblo, como cultura y como patria subyugada desde hacía demasiado tiempo al imperio de los zares. En su poesía, Ucrania mía, estos versos resumen a la perfección ese amor y ese deseo de libertad:
Su labor de recuperación del folclore ucraniano, rescatando canciones, relatos y bailes fue su mayor homenaje a su querida patria.
Lesya Ukrainka utilizó algunos episodios bíblicos e historias del cristianismo en sus obras, entre las que destacan el relato de Rufino y Priscila, en el que puso el acento el valor de la mártir cristiana.
En este sentido, Lesya escribió también sobre los primeros cristianos, escondidos en catacumbas para huir de los poderes imperiales, haciendo un paralelismo con la persecución que sentían los ucranianos por el poder imperial ruso. Lesya está considerada como una defensora de los valores cristianos y de la lucha que mantuvieron en los primeros tiempos de su existencia, demostrando gran valor y coraje.
Entre sus obras, destaca, El obsesionado, un texto de temática religiosa que rescata la vida de Jesús desde la óptica de Míriam, de hecho, la obra iba a llamarse en un principio, Míriam y el Mesías.
También algunos de sus poemas fueron dedicados a temas religiosos:
Su debilitado cuerpo no pudo soportar muchos años la enfermedad que llevaba torturándola desde niña. Tenía solamente cuarenta y dos años cuando fallecía en Surami, una localidad de Georgia. Sus restos fueron trasladados a Kiev. Su obra y su figura permanecen vivas desde entonces. Estatuas y nombres de calles y edificios honran su memoria en muchos lugares del mundo.
Sus versos de amor escritos a su amada Ucrania, cobran, en estos días de guerra, una triste actualidad: