La alegría es un camino lleno de incertidumbres. Deseo estar siempre alegre y no lo consigo.
La felicidad, el gozo, la alegría, la paz del éxito logrado. Una vida plena y llena de amor es lo que desea el corazón.
Pongo mi felicidad en objetivos caprichosos que escapan al control de mi voluntad.
Me desquicio queriendo ser feliz a toda costa, caiga quien caiga. No me importa hacer mi camino en busca de esa alegría permanente que el mundo intenta prometerme. Para que esté tranquilo, para que mi vida sea gozosa.
Deseo de infinito
Me gustan estas palabras que describen cómo puede ser el corazón:
No sé si mi corazón tiene esa capacidad infinita de expandirse. Al menos lo que sé es que tiene el deseo de infinito grabado en lo más hondo.
El deseo de que el amor dure siempre y la experiencia del abrazo perdure constantemente en el alma.
Abrazado, cobijado, contenido, sostenido, pacificado, calmado, apapachado. Es quizás la expresión de la felicidad que busco.
Más allá de las alegrías pasajeras
Porque la alegría por los logros en el trabajo, en el deporte, en los proyectos, en las empresas es demasiado pasajera.
Dura muy poco, nace y se marchita como una flor en mitad del camino. Apenas brota con fuerza una alegría provocada por el éxito, cuando un dolor posterior acaba con su nacimiento en pocas horas.
Vivo buscando felicidades pasajeras tratando de llenar el vacío del corazón.
Lo quiero llenar de éxitos, de logros, de reconocimientos, de halagos. Y quizás sólo tengo que llenarlo de personas.
El corazón se expande rompiéndose
Y para eso tengo que dejar que se rompa un poco. Se expande rompiéndose con dolor. Y al mismo tiempo dándome una felicidad tranquila que llena mi alma.
Abarca así mi latido a más personas de las que nunca había pensado. Un número imposible.
Y entonces no me quejo del desamor, no dejo que brote el odio, no permito que surja el resentimiento en mi interior.
Ya no me comparo, no condeno a otros, no juzgo. Y cuando vivo así con esa paz que me da el abrazo que doy y que recibo encuentro que la vida tiene un sentido.
El gozoso beso de Dios
Y detrás de esos abrazos hay uno más poderoso. El abrazo de María, de Jesús en mi vida. Ese beso hondo de Dios que me recuerda quién soy, su hijo predilecto, el más amado.
Y que no tengo que ser distinto a lo que ya soy, simplemente basta con dejar que brote desde dentro mi yo más verdadero.
Sonrío entonces al saberme en casa sin haberme ido. Feliz de conservar el aliento constante de Dios dentro de mí.
Dejo de buscar fuera y miro dentro. Dejo de desparramarme en el mundo para amar en lo más humano, a los hombres, a Dios. Para que mi vida valga la pena.
Creer me hace feliz
Quiero que se me llene en este Adviento el alma de alegría. De una paz eterna y duradera.
Quiero creer en el poder de Dios en mi historia. Él puede hacer posible esa felicidad que añoro. Isabel recibió la visita de María y de Jesús. Y saltó el niño en su seno.
Y se llenó Isabel de alegría. Porque María llevaba la alegría dentro. Jesús estaba en Ella llenándola de gozo. El misterio es que María había creído. Sí.
La duda me aparta de la felicidad. Creer que Dios puede asegurarme la felicidad en este mundo exige un salto de fe.
La paz de vivir del amor
Tengo que creer que lo hará a su manera y no a la mía. Que logrará que en los momentos más oscuros y difíciles mi alma se llene de luz.
Y pueda decir, habiéndolo perdido todo, que lo tengo todo porque vivo de su amor.
Ese milagro es el que deseo. Para que mi felicidad emocional no dependa de cosas incontrolables, de accidentes imprevisibles, de pérdidas insuperables.
No quiero que mi estado de ánimo cambie con una crítica. O mi paz se pierda al recibir la ira de mi hermano.
No quiero que mi felicidad se frustre al no ver realizado el sueño esperado.
No quiero que la alegría que llevo dentro se me escape por pequeñeces que no fundamentan la verdad de mi camino.
Con María sin miedo
Deseo vivir arraigado como María en el corazón de Dios. Muy dentro de Ella para no tener miedo.
Es feliz la que ha creído que se realizará en Ella la salvación.
Soy feliz si creo que la misión de Dios en mí se realizará pese a todas mis resistencias y durezas, en medio de mis miedos y ataduras.
Con todos los nudos que me quitan el aire en el corazón. Quiero dejar que Dios sea mi felicidad a través de la carne humana que poseo y amo.
En lo más humano soy yo mismo y encuentro sentido a todo lo que vivo.