El siglo V vivió el fin de la Roma Imperial. Europa iniciaba entonces un largo proceso de cambios culturales, políticos y religiosos. Antes de su declive, Constantino ya había terminado con la persecución de los cristianos y Teodosio la elevaba a religión oficial del Imperio Romano.
Pero cuando Roma desapareció y el mundo occidental se vio sometido a un sinfín de movimientos de pueblos venidos del norte, el cristianismo tuvo que afianzarse. Fue en ese contexto que muchas reinas de aquellos pueblos, conocedoras de la fe de Cristo, tuvieron un papel trascendental en la protección del cristianismo.
En el siglo VI, nacía una noble dama germana que tendría un papel determinante en la cristianización del norte de Italia. No solo se ganó el cariño de su patria de adopción, Lombardía, sino que estableció un importante vínculo con el Papa Gregorio Magno.
Teodolinda nació hacia el año 570 en Baviera, donde reinaba su padre, Garibaldo I, junto a su esposa, la reina consorte Waldrada. Su matrimonio con Autario, rey de los lombardos, en 589, fue una cuestión de estado, una unión interesada entre ambos reinos.
Teodolinda aceptó el papel que le había tocado como pieza en el gran ajedrez político que se había convertido la Europa altomedieval. El matrimonio no tuvo tiempo de afianzarse pues apenas un año después fallecía Autario. La viuda volvió a casarse, esta vez con su cuñado y heredero al trono lombardo, Agliulfo. Empezaba entonces la verdadera influencia de Teodolinda como reina consorte del reino de Lombardía.
Teodolinda era afín al catolicismo niceno y no dudó en defender su fe en su nueva patria, a pesar de que su marido era arriano. Pero la reina no solo convenció a su esposo para que su hijo Adaloaldo fuera bautizado, convirtiéndose en el primer rey lombardo en recibir el sacramento del bautismo, sino que él mismo terminó convirtiéndose también.
A partir de entonces, Teodolinda trabajó intensamente para defender el credo niceno contra el arrianismo que se había extendido por muchos puntos de la península italiana.
A lo largo de la primera etapa de su reinado como consorte de Agliulfo, Teodolinda mandó construir iglesias, entre ellas el primer baptisterio que se erigió en Florencia y la Catedral de Monza, ciudad que se convertiría en capital del reino lombardo. La catedral, dedicada a San Juan Bautista, fue una de las más importantes obras de Teodolinda.
Según la tradición, la reina erigió una pequeña capilla donde en la actualidad se levanta la imponente catedral después de un sueño en el que una paloma le indicó el lugar donde tendría que construirla. Este templo guarda algunos de los tesoros más importantes de la época. Entre ellos, la Corona de Hierro de Lombardía, un fragmento del Evangelio de Juan y un relicario en forma de cruz donde se custodia un trozo de la Vera Cruz. Estos dos últimos objetos sagrados fueron regalo del Papa Gregorio I, conocido como Gregorio Magno.
El pontífice y la reina mantuvieron durante toda su vida una intensa relación, pues les unía su deseo de afianzar el cristianismo niceno y dejar a un lado tanto el paganismo como el credo arriano. De hecho, fue el propio papa, antes de ocupar la Silla de Pedro, quien había propuesto a la entonces princesa bávara para unirse al linaje lombardo, pues sabía que ella había nacido en el seno de una dinastía católica. Teodolinda y San Gregorio Magno se escribieron cartas a lo largo de su vida en las que se puede ver la relación de respeto entre ambos.
Tras el nacimiento de Adaloaldo, el papa le envió unas emotivas palabras: “Las cartas que nos enviaste hace poco nos han hecho partícipes de tu gozo por el favor del Dios Todopoderoso pues se te ha dado un hijo, y, como es de gran mérito de Vuestra Excelencia, ha sido recibido en la fraternidad de la fe católica.
En verdad, no se podía suponer nada más de tu cristianismo que, con la ayuda de la rectitud católica, fortalecieras a aquel a quien has recibido por el don de Dios, para que nuestro Redentor te reconozca como su servidor y también te ayude a educar a un nuevo rey para la nación de los lombardos.”
San Gregorio Magno siempre estuvo junto a la reina para guiar al pueblo en la fe católica y encontró en ella a una fiel y efectiva aliada. “Cómo ha trabajado Su Excelencia con seriedad y bondad, como es su costumbre, por la conclusión de la paz, lo hemos aprendido del informe de nuestro hijo, el abad Probus. […] Damos gracias al Dios Todopoderoso, que gobierna tu corazón con su bondad amorosa de tal manera que, como te ha dado la fe recta, también te concede que trabajes siempre en lo que le agrada”.
Como ferviente católica, Teodolinda fue una figura clave en el engranaje político del momento y ayudó a expandirlo y afianzarlo. Así, durante su reinado, además de fomentar las letras y las artes, impulsó el catolicismo y permitió que San Columbano y otros misioneros pudieras predicar en su reino.
Cuando su marido falleció en 616, Teodolinda tuvo que asumir el importante papel de reina regente de su hijo, que entonces era menor de edad. Un papel que ejerció con justicia y determinación, ganándose el respeto de su pueblo y que continuó llevando a cabo cuando Adaloaldo alcanzó la mayoría de edad, momento en el que ella fue designada coregente y reinó junto a su hijo.
A su muerte en 627, fue llorada sinceramente por sus súbditos, quienes la consideraban santa. Sus restos reposan en la Catedral de Monza, donde también se pueden contemplar unos hermosos frescos sobre su vida en la capilla que lleva su nombre.