Un artículo que, inicialmente, no era sólo una cuestión de belleza
Dicen que los ojos son la ventana del alma y, desde la antigüedad las mujeres encontraron la manera de enmarcarlos y embellecerlos. Las pestañas son su marco y, sin duda, hay una gran diferencia cuando las maquillamos con máscara o rímel.
Antiguo Egipto
Aquí es donde vamos a encontrar el origen de este producto de belleza, sólo que en aquel entonces no sólo tenía un uso cosmético y tampoco era exclusivo de las mujeres (sí, los hombres también la utilizaban). Dada las inclemencias del clima desértico y sus creencias de que ciertos demonios podían entrar a través de sus ojos, los egipcios buscaban la manera de protegerlos de todas las formas posibles.
Por supuesto, ellos no utilizaban la máscara que nosotras conocemos hoy en día, sino una especie de pasta a base de agua, miel, kohl y estiércol de cocodrilo que ya por sus ingredientes entendemos que no era tan fácil de aplicar.
Grecia y Roma
La influencia de los egipcios cruzó fronteras hasta llegar a los griegos y romanos, quienes también utilizaban el maquillaje tanto para sus ceremonias religiosas como por moda. Además, un filósofo romano, Plinio El Viejo, decía que las mujeres que abusaban del sexo iban perdiendo sus pestañas, así que muchas mujeres también buscaban hacerlas parecer más poblabas para probar su castidad.
La Edad Media
Con la caída del imperio romano, hubo un pequeño retroceso en cuanto al maquillaje, ya que se consideraba que era exclusivo de las clases pudientes. Además, la frente se convirtió en la parte del rostro más erótica de una mujer, así que muchas optaban por remover sus pestañas y cejas.
La Reina Victoria
Con la llegada de esta monarca, el maquillaje también recuperó su trono. Los cosméticos dejaron de ser mal vistos por la sociedad (años atrás también se empezaron a correr rumores de que sólo lo usaban las prostitutas) y eran muy codiciados tanto por la clase alta como por la clase media. Se empezaron a desarrollar nuevos productos, las mujeres podían pasar horas frente al espejo maquillándose y unas pestañas largas y oscuras se convirtieron en una obsesión.
Finales del Siglo XIX y Siglo XX
Un perfumista de la Reina Victoria, el francés Eugène Rimmel (¿les suena ese apellido?), fue el primero en crear una máscara de pestañas industrial y no-tóxica, que consistía en polvo de carbón y vaselina. Se convirtió en un éxito instantáneo aunque tampoco tenía una fórmula muy buena.
Sin embargo, la aceptación mundial de la máscara de pestañas vino pocos años después, cuando una mujer llamada Mabel Williams se alió con su hermano, el empresario de cosméticos T.L Williams, para crear una fórmula un poco mejor (agregándole aceites para que fuera más fácil de aplicar con el pincel) y, sobre todo, hacer una gran campaña de mercadeo. Luego ellos fundaron la empresa Maybelline (sí, la misma que hoy vemos en las farmacias).
Fue Helena Rubinstein quien creó el famoso cepillito con el tubito que conocemos actualmente, así como la máscara a prueba de agua, que en realidad fue una petición especial del equipo norteamericano de natación sincronizada pero se popularizó luego.
Finalmente, con el cine dorado de Hollywood y sus grandes actrices como Audrey Hepburn y Marilyn Monroe, la máscara de pestañas se terminó de internacionalizar y se convirtió en ese artículo de belleza tan deseado para lograr esa famosa mirada de impacto a la que, inicialmente, los egipcios también le daban suma importancia.