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La Virgen de Guadalupe escogió al indígena chichimeca Juan Diego Cuauhtlatoatzin como testimonio de cuatro apariciones que tuvieron lugar en 1531, en el terreno donde actualmente se encuentra su santuario. Fue la Virgen quien le pidió que se levantara allí un templo en su honor.
Juan Diego había recibido el bautismo de manos de los misioneros franciscanos. Después de ser testigo del portento, quiso quedarse en la ermita de Guadalupe cuidando el ayate en el que milagrosamente se estampó la imagen de Nuestra Señora.
Juan Diego fue canonizado en 2002 por el papa Juan Pablo II. Es el primer santo indígena del continente americano y el tercero de México.
A san Juan Diego se le encomiendan los pueblos indígenas de toda la Tierra.
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