Cada día más lectores me preguntan:
“¿Qué quiere Dios de mí? ¿Cómo puedo saberlo?”
La verdad es que a menudo reflexiono en ello. Somos hijos de Dios. Tenemos un Padre Todopoderoso.
“…porque no hay nada imposible para Dios”. (Lucas 1, 37)
Ser papá de 4 hijos me ayuda mucho a comprender, aunque sea un poquito, a Dios y lo que espera de nosotros.
- Deseo lo mejor para mis hijos.
- Les doy lo que me piden si sé que es para su bienestar.
- Me encanta consentirlos y en ocasiones les traigo sorpresas sin que me pidan nada.
- Soy feliz cuando ellos son felices.
- Su dolor es mi dolor.
- Siempre estoy disponible para ellos.
- Siempre los escucharé en sus dificultades.
- Debo dejar que vivan sus vidas. Y animarlos a conquistar sus sueños.
- Me encanta escuchar, cuando me dicen que me quieren.
Si yo, que soy un simple mortal, pienso esto, ¿qué pensará Dios que es eterno, misericordioso, nos ama desde una eternidad y todo lo puede?
Una vez leí que somos como vasos o recipientes. Le pedimos a Dios su gracia, pero no puede darnos mucho, porque tenemos el vaso lleno de cosas y deseos terrenales. Primero hay que vaciarlo. Una buena confesión sacramental ayuda mucho. Luego mirar al cielo y empezar a desear lo eterno.
Me encanta saber que Dios es un Padre para nosotros. Por eso suelo detenerme cuando rezo el Padre Nuestro, en la palabra “PADRE”.
¿Dónde puedo descubrirlo? ¿Cómo conocer su santa voluntad? Hace mucho aprendí que la santa Biblia tiene las respuestas a nuestras inquietudes. Dicen que la Biblia es una carta de amor de Dios.
¿Qué te pide Dios?
No son grandes cosas, fuera de tu alcance. Lo que te pide es muy simple:
“… ¿qué es lo que pide Yahvé, tu Dios, sino que temas a Yahvé, tu Dios, que sigas todos sus caminos y que lo ames y lo sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma?” (Deuteronomio 10, 12)
¿Te diste cuenta? Dios quiere ser amado. Y como un Padre amoroso, le encanta saberse amado, escucharlo de nuestros labios.
Tantas veces deslumbrados por este mundo,o por las aflicciones, o los malos deseos, olvidamos lo fundamental:
“¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1, Cor 3, 16)
“¿Y qué quiere de mí?”
Que ames y seas bondadoso, misericordioso, santo. No importa tu condición, si es como sacerdote, religiosa, laico, esposa, esposo, médico, arquitecto… el llamado de Dios es para ti.
Primero debes amar. Y si tu amor es insuficiente, pídele al buen Jesús en el sagrario, la gracia de amar a todos.
Ama, se justo y fortalece tu fe.
Si amas, lo demás se dará por añadidura y encontrarás el camino que debes transitar, uno que siempre estuvo frente a ti, a la vista… En ese momento lo sabrás.
¡Ánimo! Dios te bendice.
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