Bienaventurados si en las pruebas y dificultades sabemos decir amén
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Bienaventurados si respondemos a la idea creadora de Dios
Bienaventurados nosotros si respondemos como ella con todo nuestro ser y en respuesta, va contenida una cooperación perfecta con la gracia de Dios que previene y socorre y una disponibilidad plena y generosa a la acción del Espíritu Santo que hace de nosotros una criatura nueva y abierta a la acción constante y maravillosa de nuestro padre y creador.
Bienaventurados si, abiertos a su Palabra, mantenemos un dialogo constante con Él
Bienaventurados nosotros si sabemos que creer es “abandonarse” en la verdad misma de la palabra de Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente cuán inescrutables son sus designios e inescrutables sus caminos. Se conforma a ellos en la penumbra de la fe, aceptando plenamente y con corazón abierto todo lo que está dispuesto en su proyecto eterno de amor.
Bienaventurados si en las pruebas y dificultades sabemos decir amén
Bienaventurados nosotros si como Ella, que confió plenamente en Él, en medio de las pruebas y dificultades de la vida y supo decir cada día con más hondura y radical confianza: “Hágase en mí según tu palabra”. Que seamos capaces de crecer y cultivar juntos en familia, en grupo, en comunidad, esa Palabra dicha para cada uno, aceptando, descubriendo, asumiendo en toda su profundidad ese beneplácito amoroso de Dios.
Bienaventurados si nos adherimos a Cristo, camino y verdad de nuestras vidas
Bienaventurados nosotros si como Ella, llena de Gracia, que está permanentemente presente en el misterio de Cristo, pegada y adherida a Él en todo su peregrinar (terrestre y celeste) y al mismo tiempo, de modo discreto, pero directo y eficaz, haciendo presente a los hombres el misterio de Jesucristo doloroso, muerto y resucitado. Quien cree en Él no muere, vive para siempre.
Bienaventurados nosotros si, unidos al Espíritu, hacemos iglesia
Bienaventurados nosotros si estrechamos nuestra unión y abiertos a la acción fecunda del Espíritu Santo, sabemos aguardar con ánimo abierto y esperanzado, la promesa de los dones del Espíritu para hacer brotar y renacer algo nuevo e inesperado, porque las riquezas del Espíritu son inagotables. Para Dios NADA hay imposible. “Dichosa tú que has creído, porque se hará lo que Él ha dicho”.
Bienaventurados si somos libres y vivimos en la verdad y la luz
Bienaventurados nosotros si abiertos totalmente a la luz de Dios y orientados hacia Él, por el empuje de la fe, vemos en María, al lado de su hijo, la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia debe mirar hacia Ella, Madre y Modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión expresado en el Magníficat. ¡Eso engrandece!
Bienaventurados si la acogemos en el espacio más íntimo de nuestro ser
Bienaventurados nosotros si como auténticos discípulos de Cristo, como Juan al pie de la Cruz, vivimos esta dimensión Mariana, mediante una entrega filial y confiada a la Madre de Dios, iniciada con el testamento del Redentor en el Calvario, “acogiéndola entre las cosas propias” e introduciéndola en todo el espacio de su vida interior, es decir, en su yo humano y cristiano. Vivir en Él.
Bienaventurados si vemos en ella el modelo de una persona plena y realizada
Cultivando los más altos sentimientos de que es capaz el corazón humano: la oblación total del amor, la fuerza que sabe resistir los más fuertes dolores, la fidelidad sin límites, la laboriosidad infatigable y la capacidad de conjugar la intuición penetrante con la palabra de apoyo y de estímulo. El verdadero sentido de la mujer que la Iglesia descubre a la luz de María. “Tú, que para asombro de la naturaleza humana, has dado el ser humano a tu Creador.
Artículo originalmente publicado por webcatolicodejavier.og