¡Qué maravilla! Estamos en mayo, el mes de la Virgen María. Estoy tan contento de poder escribir estas palabras, yo, indigno y gran pecador:
“Dulce Virgen María, no me desampares, quédate a mi lado y llévame a Jesús”.
En más de una oportunidad ella ha venido a mi rescate. Soy uno de sus hijos menos agradecido, por mi comportamiento, por eso le pido a Jesús que me permita amarla como Él la ama. Y honrarla como Él desea que lo hagamos.
Mantendré en mayo su nombre santo en mis labios:
“María, Virgen Inmaculada. Madre de toda la humanidad”.
Deseo iniciar este tiempo de oración con esta plegaria de san Bernardo, que tanto bien me ha hecho, porque me permite acercarme confiado a nuestra Madre del cielo.
“¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella, invoca a María!
Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, llama a María.
Si eres agitado por las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María.
Si la ira, o la avaricia, o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a María.
Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima del suelo de la tristeza, en los abismos de la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud.
No te extraviarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara”. (San Bernardo)
¡Viva la Virgen María!
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